Microliteratura 5



Wisława Szymborska


Polaca, poeta y ensayista, nacida en 1923. Su poesía aparentemente sencilla, rica en ironía y crítica, está hecha de versos cortos, estrofas clásicas y léxico común. Con estos elementos consigue poemas de gran hondura y fuerza, que le han merecido premios como el Goethe (1991), Herder (1995) y el Nobel de Literatura (1996) al que llama Catástrofe. Aquí están algunos de sus poemas.




LAS TRES PALABRAS MÁS EXTRAÑAS
Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio, lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.


PARÁBOLA
Ciertos pescadores sacaron del fondo una botella.
Había en la botella un papel, y en el papel estas palabras:
"¡Socorro!, estoy aquí. El océano me arrojó a una isla desierta.
Estoy en la orilla y espero ayuda. ¡Dense prisa. Estoy aquí!"
-No tiene fecha. Seguramente es ya demasiado tarde.
La botella pudo haber flotado mucho tiempo, dijo el pescador
primero.
-Y el lugar no está indicado. Ni siquiera se sabe en qué océano,
dijo el pescador segundo.
-Ni demasiado tarde ni demasiado lejos. La isla "Aquí" está en todos
lados,
dijo el pescador tercero.
El ambiente se volvió incómodo, cayó el silencio.
Las verdades generales tienen ese problema.

VIETNAM
Mujer, ¿cómo te llamas? -No sé.
¿Cuándo naciste, de dónde eres? -No sé.
¿Por qué cavaste esta madriguera? -No sé.
¿Desde cuándo te escondes? -No sé.
¿Por qué me mordiste el dedo cordial? -No sé.
¿Sabes que no te vamos a hacer nada? -No sé.

¿A favor de quién estás? -No sé.
Estamos en guerra, tienes que elegir. -No sé.
¿Existe todavía tu aldea? -No sé.
¿Éstos son tus hijos? -Sí.


DISCURSO EN LA OFICINA DE OBJETOS PERDIDOS
Perdí unas pocas diosas camino del sur al norte,
también muchos dioses camino de este a oeste.
Un par de estrellas se apagaron para siempre, ábrete, oh cielo.
Una isla, otra se me perdió en el mar.
Ni siquiera sé dónde dejé mis garras,
quién anda con mi piel, quién habita mi caparazón.
Mis parientes se extinguieron cuando repté a tierra,
y sólo algún pequeño hueso dentro de mí celebra el aniversario.
He saltado fuera de mi piel, desparramado vértebras y piernas,
dejado mis sentidos muchas, muchas veces.
Hace tiempo que he guiñado mi tercer ojo a eso,
chasqueado mis aletas, encogido mis ramas.
Está perdido, se ha ido, está esparcido a los cuatro vientos.
Me sorprendo de cuán poco queda de mí:
un ser individual, por el momento del género humano,
que ayer simplemente perdió un paraguas en un tranvía.


CÁLCULO ELEGÍACO
Cuántos de los que he conocido
(si de verdad los he conocido)
hombres, mujeres
(si esta división sigue vigente),
han atravesado este umbral
(si esto es un umbral),
han cruzado este puente
(si se puede llamar puente).
Cuántos después de una vida más corta o más larga
(si para ellos en eso sigue habiendo alguna diferencia),
buena porque ha empezado,
mala porque ha acabado
(si no prefirieran decirlo al revés),
se han encontrado en la otra orilla
(si se han encontrado
y si la otra orilla existe).
No me es dado saber
cuál fue su destino
(ni siquiera si se trata de un solo destino,
y si es todavía destino).
Todo
(si con esta palabra no lo delimito)
ha terminado para ellos
(si no lo tienen por delante).
Cuántos han saltado del tiempo en marcha
y se pierden a lo lejos con una nostalgia cada vez
mayor.
(si merece la pena creer en perspectivas).
Cuántos
(si la pregunta tiene algún sentido,
si se puede llegar a la suma final
antes de que el que cuenta se cuente a sí mismo)
han caído en el más profundo de los sueños
(si no hay otro más profundo).
Hasta la vista.
Hasta mañana.
Hasta la próxima.
Ya no quieren
(si es que no quieren) repetirlo.
Condenados a un interminable
(si no es otro) silencio.
Ocupados sólo con aquello
(si es sólo con aquello)
a lo que los obliga la ausencia.

POSIBILIDADES
Prefiero el cine.
Prefiero los gatos.
Prefiero los robles a orillas del río.
Prefiero Dickens a Dostoievski.
Prefiero que me guste la gente
a amar a la humanidad.
Prefiero tener en la mano hilo y aguja.
Prefiero no afirmar
que la razón es la culpable de todo.
Prefiero las excepciones.
Prefiero salir antes.
Con los médicos prefiero hablar de otra cosa.
Prefiero las viejas ilustraciones.
Prefiero lo ridículo de escribir poemas
a lo ridículo de no escribirlos.
En el amor prefiero los aniversarios
que se celebran todos los días.
Prefiero a los moralistas
que no me prometen nada.
Prefiero la bondad del sabio a la del demasiado crédulo.
Prefiero la tierra vestida de civil.
Prefiero los países conquistados a los conquistadores.
Prefiero tener reservas.
Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.
Prefiero los cuentos de Grimm a las primeras planas
del periódico.
Prefiero las hojas sin flores a la flor sin hojas.
Prefiero los perros con la cola sin cortar.
Prefiero los ojos claros porque los tengo oscuros.
Prefiero los cajones.
Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado
a muchas otras que tampoco he dicho.
Prefiero el cero solo
al que hace cola en una cifra.
Prefiero el tiempo de los insectos al tiempo de las estrellas.
Prefiero tocar madera.
Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo.
Prefiero tomar en cuenta incluso la posibilidad
de que todo tiene una razón de ser.


PROSPECTO
Soy un tranquilizante.
Funciono en casa,
Soy eficaz en la oficina,
me siento en los exámenes,
Comparezco ante los tribunales,
pego cuidadosamente las tazas rotas:
sólo tienes que tomarme,
¡ disolverme bajo la lengua,
tragarme,
sólo tienes que beber un poco de agua.
Sé qué hacer con la desgracia,
cómo sobrellevar una mala noticia,
disminuir la injusticia,
iluminar la ausencia de Dios,
escoger un sombrero de luto que quede bien con una cara.
A qué esperas,
confía en la piedad química.
Eres todavía un hombre (una mujer) joven,
deberías sentar la cabeza de algún modo.
¿Quién ha dicho
que la vida hay que vivirla arriesgadamente?
Entrégame tu abismo,
lo cubriré de sueño,
me estarás agradecido (agradecida)
por haber caído de pies.
Véndeme tu alma.
No habrá más comprador.
Ya no hay otro demonio.


LA PRIMERA FOTOGRAFIA DE HITLER
¿Y quién es esta personita en su chiquititito ropón?
¡Es el diminuto bebé Adolfo, el niñito de los Hitler!
¿Cuándo crezca llegará a ser un LL. D.?
¿O un tenor en la Casa de Opera de Viena?
¿De quién es esta pequeñísima manita, de quién la orejita y ojos
[ y nariz?
¿De quién la barriguita rebosante de leche, no lo sabemos,
la de un impresor, doctor, comerciante, sacerdote?
¿Hacia dónde llegarán finalmente esos dedititos del pie?
¿Al jardín, a la escuela, a una oficina, a una novia,
quizá a la hija del alcalde del pueblo?
Precioso angelito, resplandor de mamita, bomboncito,
mientras nacía hará cosa de un año,
no había signos de muerte en la tierra y en el cielo:
sol primaveral, geranios en las ventanas,
la música del organillero en el patio,
una afortunada fortuna envuelta en papel rosita,
y justo antes del parto el siempre fiel sueño de su madre:
una paloma vista en sueños significa noticias gozosas,
si se aprehende, arribará un ansiado visitante.



Knock, knock.., quién está allí, es el amoroso toquido de Adolfo.
Un chuponcito, pañal, sonaja, babero,
nuestro niño saltarín, gracias a Dios y toco madera, está bien,
se parece a sus padres, como un gatito en una canasta,
como los nenes de cualquier álbum de familia.



Shus..., no empecemos a llorar, azuquitar,
la cámara disparará desde abajo de la capucha negra.



El Klinger Atelier, Grabenstrasse, Braunau,
y Braunau es pequeño pero digno pueblo,
honestos negocios, vecinos amables,
olor a masa de levadura, a jabón gris.
Nadie escucha perros aullantes o las pisadas del destino.
Un maestro de historia afloja el cuello de su camisa
y bosteza sobre las tareas.

UN TERRORISTA: ÉL OBSERVA
La bomba explotará en el bar a las trece veinte.
Ahora apenas son las trece y dieciséis.
Algunos todavía tendrán tiempo de salir.
Otros de entrar.
El terrorista ya se ha situado al otro lado de la calle.
Esa distancia lo protege de cualquier mal
y se ve como en el cine:
Una mujer con una cazadora amarilla: ella entra.
Un hombre con unas gafas oscuras: él sale.
Unos chicos con vaqueros: ellos están hablando.
Trece diecisiete y cuatro segundos.
Ese más abajo tiene suerte y sube a una moto,
y ese más alto entra.
Trece diecisiete y cuarenta segundos.
Una niña: ella va andando con una cinta verde en el pelo.
Sólo que de repente ese autobús la tapa.
Trece dieciocho.
Ya no está la niña.
Habrá sido tan tonta como para entrar, o no,
eso ya se verá cuando vayan sacando.
Trece diecinueve.
Y ahora como que no entra nadie.
En vez de entrar aún hay un gordo calvo que sale.
Pero parece que busca algo en sus bolsillos y
a las trece veinte menos diez segundos
vuelve a buscar sus miserables guantes.
Son las trece veinte.
Qué lento pasa el tiempo.
Parece que ya.
Todavía no.
Sí, ahora.
Una bomba: la bomba explota.

Microliteratura 4

Los eruditos
Iba a celebrarse un congreso sobre la mente al que tenían que asistir un buen número de eruditos especializados en el tema. Para tal fin, un grupo de ellos debía viajar de su ciudad a aquella otra en la que iba a tener lugar el acontecimiento. Para cubrir el trayecto, los eruditos tomaron el tren y consiguieron un compartimiento para ellos solos. Nada más acomodarse en el compartimiento comenzaron a hablar sobre la mente y sus misteriosos mecanismos. El tren se puso en marcha. Todos proporcionaban sus pareceres y llegaron al convencimiento común y compartido de que lo más necesario era cultivar y desarrollar la atención mental.
-Sí, ya nada hay tan importante como permanecer alerta -declaraba uno de ellos enfáticamente.
-Se requiere el cultivo metódico de la atención -recalcaba otro.
-Hay que aplicarse al entrenamiento de la atención; eso es lo esencial -afirmaban algunos.
Así hablaban y hablaban sin cesar sobre la necesidad de estar atentos, vigilantes y perceptivos; sobre la conveniencia de establecerse en una atención despierta y plena.
El convoy seguía su monótona marcha. Pero una vía estaba en malas condiciones y el tren descarriló sin que pudiera evitarlo el maquinista. El tren se precipitó por un enorme barranco, dando innumerables vueltas, hasta que al final se detuvo estrellándose en las profundidades del mismo. Los eruditos seguían polemizando acaloradamente, insistiendo en la necesidad de elevar al máximo el umbral de la atención, pero ninguno de ellos se había percatado del accidente. Declaraban que había que tener la mente tan atenta que ni el vuelo de una mosca pasara desapercibido. Seguían apasionadamente debatiendo sobre la mente y la atención, con sus cuerpos amontonados unos sobre otros, todos ellos ignorantes del percance.
Anónimo hindú

Las nuevas inscripciones del sufrimiento del niño

Por Eric Laurent

Los eventos surgidos en el sonado Caso Outreau que conmocionó a la justicia francesa por la injusta detención de 13 personas, padres y madres de familia- y el suicidio en prisión de uno de ellos- merced a las declaraciones infundadas de pedofilia hechas por cerca de 17 niños, es uno de los fenómenos que incitan al psicoanalista Eric Laurent a emprender una consideración sobre el lugar del niño en nuestra sociedad
contemporánea.

No estamos tan alejados del momento en que se llevó a cabo en Angers un proceso histórico, verdadero fenómeno social. En efecto, es en abril de 2005 que se iniciaba una suerte de mega proceso referido a actos de pedofília y de prostitución de niños por sus propios padres. La realización incestuosa, sorprendía por su carácter serial y por la edad de las víctimas; 65 acusados y 40 niños se encontraban confrontados. Lo que se sumaba a la particularidad de este acontecimiento social, es que los servicios sociales y la justicia sabían y no sabían a qué habían sido sometidos los niños, y se encontraban impotentes en su accionar[1]. Se entraba en una zona en la que a la vez se sabía y no se sabía. Un magistrado responsable podía declarar “Voy quizás a herir, pero esto no era un asunto prioritario. El tema más urgente, es cuando la víctima está aún en contacto con el agresor. Y las descripciones, tenía una media docena por semana sobre mi escritorio. En materia de pedofília, tenemos un fusil de un solo tiro: si durante el tiempo de la detención e interrogatorio no dice nada, no tenemos salida. Y J. siempre negó”.[2] Había allí algo horrible que pasaba y que no entraba en el discurso corriente.
Frente a este lugar extraño que ocupaban los niños víctimas, lugar poco identificable, en el que el aparato llamado de asistencia revelaba su falla, la justicia, retroactivamente, con más razón intentó cubrirla. Como lo decía un artículo publicado por un sociólogo que estaba allí en ese momento: “Este proceso está allí, en principio, para recordar que frente a transgresiones que representan absolutamente lo contrario de las reglas y de los valores fundamentales del vivir juntos, la sociedad solo puede asegurar su supervivencia movilizándose exclusivamente y solemnemente en el acto de castigar [1].El autor señalaba, entonces, de qué manera el último parapeto del lazo social es la punición. Cuando no se sabe más qué hacer, se castiga. Debemos al psicoanálisis haber reconocido este punto. El lazo social no está finalmente fundado en la justicia distributiva, la solidaridad o la asistencia, sino sobre una última instancia que consiste en castigar. La tesis freudiana señala que toda formación humana comporta en su horizonte un asesinato que queda reprimido. En el lugar de la represión, surge el masoquismo, la voluntad de ser castigado. En su texto “Pegan a un niño” [2], Freud introduce un masoquismo original, fundamental, del que se encuentran desarrollos en sus escritos ulteriores. Lacan, luego de Freud, reconsidera la muerte del padre y el masoquismo primario. Para dar cuenta del masoquismo primario conceptualizado por Freud, hablará más bien de la père-version.
Entre el lazo padre/hijo y el masoquismo primario, hay una vía de pasaje entre el texto freudiano y la relectura que hace Lacan sobre este tema.

El fuera de sentido y su tratamiento

Las personas encargadas de velar por las familias a la deriva se consideran impotentes, confrontadas a “comportamientos irracionales por parte de sujetos que pertenecen a universos sociales totalmente desestructurados”, donde la miseria social y la violencia desafían toda oposición que se sirva de las categorías que la moral aprueba o no aprueba. Sin embargo esta verdadera epidemia de goce mortífero en la que cinco pedófilos comprobados, reincidentes, han arrastrado a unas sesenta personas no tiene nada de irracional, si admitimos que la razón después de Freud nos permite aproximarnos a esos fenómenos. Valdría mejor hablar de fuera de sentido. Podemos calificar estos fenómenos como expresión de la pulsión de muerte, o de un punto de real, de un goce que se afirma fuera de todo sentido posible. Desde esta perspectiva, es imposible reducir el acontecimiento a causalidades sociológicas como la miseria, por ejemplo.
Bernard Henry Lévy había escrito, hace algunos años, un fantástico libro que había llamado “Reflexiones sobre la guerra, el Mal y el fin de la historia” [3]. Daba cuenta del hecho que, después de la caída del muro de Berlín, las guerras contemporáneas no pueden más ser clasificadas en la categoría del sentido. De 1945 a 1989, todas las guerras que se desplegaban en el planeta tenían un sentido. Las mismas se inscribían en el sentido del campo capitalista o bien en el campo socialista. La guerra que tuvo el máximo sentido fue la de Vietnam, en la cual los campos estaban bien distribuidos. Lo que luego pasó en Angola, después en Liberia y en Ruanda, son masacres enteras de poblaciones por señores de la guerra que controlan las materias primas. Es una nueva versión de la esclavitud, y del control de los recursos que se hace fuera de sentido. Hay la manifestación de algo que es del orden de la violencia irracional. El pasaje de un tipo de guerra a otro puede encontrar su ilustración en el encuentro en los años sesenta del Che Guevara y de Laurent Désiré Kabila, padre del actual presidente de la república del Congo, en el monte. Hoy el hijo Kabila, llamado Joseph en honor a Stalin, dirige un país que hace todos sus esfuerzos para no importar al genocida de Ruanda.
El proceso de Angers reveló que estos pobres desgraciados no tenían ninguna relación con alguna perversión, salvo en las prácticas y los comportamientos observables. La patología daba más cuenta de la psicosis a cielo abierto, donde la deshumanización del cuerpo de las víctimas tiene poca relación con la pedofília perversa. El horror de los hechos no permitía plantear la pregunta que se impuso en ocasión del proceso de Outreau. Cuando pasó este otro proceso, la pregunta punzante que se impuso era la de saber el límite entre verdad y mentira en el decir de los niños. De alguna manera, en Outreau se quería saber hasta donde el goce puede ser tomado a cargo por el Otro. Angers nos confronta con el surgimiento de un goce que domina el registro del Otro y del sentido. En los dos casos, el verdadero punto que se revela, es que la institución familiar esconde, pone un velo, disimula este traumatismo que está en el centro de toda formación humana: el goce.

El niño, dos veces víctima

Francia no se apasionó por el proceso de Angers, sino por el Outreau. No hubo comisión parlamentaria para Angers. El proceso de Outreau, en cuanto a él, era fascinante porque frente al traumatismo y al surgimiento del goce fuera de sentido, se intentó hacer de los niños el vector de la verdad. Toda la cuestión era saber si los niños decían la verdad. Frente al trauma, era necesario hacer participar la verdad en la acción, llevar este horror hacia nosotros tratando de encuadrarlo, de dominarlo por la verdad. ¿Es posible que una palabra diga la verdad sobre el horror? En la Edad Media, no bastaba con quemar en la hoguera a una bruja, sino que era necesario hacerla confesar, que ella dijera la verdad sobre lo que eran sus encuentros con el diablo, con el mal absoluto. La extracción del discurso se hacía bajo tortura. Ahora no estamos con la tortura, felizmente, sino en un dispositivo más democrático: un dispositivo en el cual los expertos estaban encargados de recoger todas las declaraciones necesarias para saber la verdad. Todo giró en torno de la noción de credibilidad. La apuesta de la reforma judicial que se inició después del examen crítico del proceso de Outreau se refiere a esta noción que no es jurídica pero que toca sus fronteras. Los jueces pedían a los expertos evaluar la credibilidad de la palabra del niño, una credibilidad médica o psicológica, siendo confundidos estos dos niveles. Tenemos psicólogos no médicos como médicos no psicólogos. Después de la catástrofe, el asunto permitió captar los límites de los expertos en credibilidad, los niños víctimas aparecían como frágiles acusadores a la audiencia. Es el motivo por el cual el Ministerio de Justicia propuso una nueva trama de lo experto en las jurisdicciones, que rechaza la noción de credibilidad. Salimos entonces de la credibilidad para entrar en el trabajo de policía, saber lo que tuvo lugar en los hechos. Retorno a la policía científica. Se declaró como incompetentes a los expertos que se habían movilizado porque no se dieron cuenta que los niños producían un discurso siempre renovado y contradictorio. Un psiquiatra, formado en la clínica clásica, sabe que cuando se entra en la clínica de la mitomanía, más se hace hablar al sujeto, más él va a producir. No hay límite. La interpretación paranoica es el modelo de esto. No se llega jamás a interpretar suficientemente bien como un sujeto paranoico que tendrá siempre una interpretación por anticipado. Es el límite que encontró Jung cuando comenzó a querer tratar a un sujeto que le había enviado Freud. En la correspondencia Freud-Jung [4], la primera carta de Jung es entusiasta: Este joven es excepcionalmente inteligente, y lúcido, hacemos un trabajo extraordinario. En la segunda carta Jung es un poco más escéptico: Hacemos un trabajo extraordinario, pero lo que es molesto es que él me agota porque tenemos sesiones de varias horas. La tercera carta indica la desesperación de Jung cuando él comprende que no llegará jamás a interpretar mejor que su paciente: Es él quien me interpreta. Es el primer encuentro con un límite del método psicoanalítico con los sujetos psicóticos. Del lado del sujeto mitómano, es lo mismo. Los expertos han tenido que vérselas con una proliferación de la transferencia y no entendieron nada.
El sueño de explorar la verdad de la palabra del niño era poder probar que había en el discurso una traducción, una reincorporación del goce producido por el traumatismo que habían sufrido estos desgraciados niños. Se trataba de producir lo verdadero para reintroducirlo en el discurso común, en el malestar en la civilización.
Ahora bien, este intento de reintroducir el goce en el Otro, es lo que Lacan considera como una de las formulaciones de lo que es la perversión. Frente a la falla en el Otro, el sujeto perverso la colma con una certeza de goce. De este modo, esta extracción del objeto de estas víctimas del trauma, es una suerte de perversión del Estado que se produce en nombre de la razón. El niño, en este sentido, es a la vez víctima de aquellos que lo han tomado como objeto sexual, pero también de la perversión del Estado que lo confrontó con la misión imposible de deber decir lo verdadero sobre lo real. Fueran quienes hubiesen sido los expertos, el resultado hubiera sido el mismo: hay cosas que se pueden saber, pero la verdad, es otra cosa. Del mismo modo, en una reciente edición de Le Monde [5], un artículo evocaba los niños víctimas del aparato del Estado por que habían sido privados durante años de sus padres injustamente condenados. Vemos como el niño en estos casos extremos de desgarradura, revela que la familia es un velo arrojado sobre la falta de articulación del goce del cuerpo que se satisface del objeto de la pulsión.

Las experiencias comunitarias

Es a partir de esto que podemos descifrar la manera en la que Lacan situó la cuestión de la inscripción de goce del niño, a la vez síntoma y fantasma de la familia. De entrada, Lacan interrogó las relaciones del mito del Complejo de Edipo y del complejo de castración sirviéndose del otro gran mito freudiano: el de la pulsión.
Lacan aborda, en principio, la dimensión histórica y cultural del lugar del padre en la civilización. En su gran artículo de 1938 [6] sobre los “Complejos familiares”, insiste en el hecho de que Freud quiso salvar al padre en el momento en que en Viena, gran mega polis del siglo XIX, el éxodo rural en el seno del imperio mezclaba múltiples nacionalidades, múltiples culturas, múltiples tradiciones, múltiples sistemas de parentesco. Confrontado a un relativismo cultural, Freud buscó situar una invariante en esta dispersión, el padre.
En este mismo texto, Lacan describe un doble movimiento. Asistimos por una parte al fin del patriarcado, con su correlato: la declinación de la dimensión trágica del padre, y por otra parte, asistimos a la multiplicación de las formas de la familia conyugal. La familia no reposa más en la línea patriarcal, sino sobre las formas del Conjugo. Es el fin del patriarcado, pero el comienzo de la multiplicidad de las formas de alianza.
La otra etapa del examen de Lacan de la inscripción del niño en la familia es un conjunto de textos escritos alrededor de 1968-1969. El 68 es un momento en que la familia es interrogada y despreciada, donde las utopías comunitarias venidas del otro lado del atlántico corren como un reguero de pólvora. Sin embargo, el 68 nos es más que la redición de los movimientos de los años treinta. El grito que saludó el nacimiento del siglo XX, es el de André Gide: “Familia yo las odio” en 1896, momento en el que Freud comenzaba a escribir. Los años treinta son también el momento de experiencias comunitarias que apuntan a prescindir de las familias.
Entre las dos guerras, Europa estaba en la cima de este movimiento con las utopías inglesas. Francia estaba menos tocada. Rusia no era deudora, con el gran pedagogo Antón Makarenko que se ocupaba de niños extremadamente violentos y abandonados, a consecuencia de la primera guerra mundial. Hubo también, después de la segunda guerra mundial, la experiencia de los Kibboutz en Israel. Para Lacan que había conocido los años treinta, el 68 era, de este modo, una repetición del mismo fenómeno. Sus “Dos notas sobre el niño” [7], comienza justamente por: “Por lo que parece al ver el fracaso de las utopías comunitarias […]”. Hablar de “fracaso de las utopías comunitarias” en 1969, desentonaba, porque en esa época, la gente pensaba que innovaban verdaderamente y que iban a triunfar. Lacan socavaba un poco el entusiasmo recordándoles que ya se había pasado por esa experiencia y que eso ya se había hecho. Subraya así que estas utopías no impidieron la existencia de un irreductible de la posición del padre y de la madre.

La función de residuo

Esta nota se inscribe en una serie de textos. En septiembre de 1969 Lacan interviene en un congreso sobre la infancia alienada, presidido por Maud Mannoni [8].
Después está su Seminario “De un Otro al otro” [9], y más particularmente la sesión del 30 de abril de 1969. En octubre de 1969, tenemos las “Dos Notas” en un estilo claro, que es una carta interna escrita a una amiga, Madame Aubry, pionera de la asistencia a la infancia, que en esa época busca inventar formas nuevas del lugar de los niños. He aquí lo que Lacan escribe. “La función de residuo (y a un tiempo mantiene) la familia conyugal en la evolución de las sociedades, resalta lo irreductible de una transmisión –perteneciente a un orden distinto al de la vida adecuada a la satisfacción de las necesidades- que es la de una constitución subjetiva, que implica la relación con un deseo que no sea anónimo” [10]. Esta pequeña nota está absolutamente abarrotada de una condensación de las reflexiones de Lacan, porque este término de “residuo” que parece comprensible, es de hecho muy enigmático. Unamos este término de “residuo” a lo que Lacan desarrolla en su Seminario “De un Otro al otro”: “Si, para el perverso, es necesario que haya una mujer no castrada, o, más exactamente, si él la hace tal, y hombre-ella, le famil no es observable en el horizonte del campo de la neurosis, -es algo que es un Él en alguna parte, pero cuyo Yo (Je)es verdaderamente la apuesta de aquello de lo que se trata en el drama familiar” [11]. Lacan, en el horizonte de la perversión, pone a la madre, es decir la mujer fálica, y en el horizonte de la neurosis, el drama familiar. ¿No hay algo de común a las dos posiciones? ¿No es “el objeto a ”? [12] De este modo, el perverso tendrá la mujer fálica y el neurótico la familia, con el objeto a desprendido, residuo.
En las “Dos notas”, Lacan parte del fracaso de las utopías comunitarias, no habla de éxito de la familia nuclear, sino del fracaso de toda tentativa de hacer desplazar eso. Después, él destaca un residuo. Este residuo es la madre de los cuidados que “están signados por un interés particularizado, así sea por la vía de sus propias carencias”. [13] Lacan está aquí prestando atención a Winnicott quien inventó la “madre suficientemente buena”. Indica que ella debe tener faltas y hace la lógica de ello: es una particularidad, no una madre universal. Después, define al padre “en tanto que su nombre es el vector de una encarnación de la Ley en el deseo”. [14] “El vector” es un término matemático, “la encarnación” un término religioso.
La Ley es la Ley mosaica en tanto que ella define al padre, la ley de Levy-Strauss, que es una variante de la ley mosaica. El padre siendo el portador de un deseo hacia esta mujer, conjuga la Ley y la prohibición, al mismo tiempo que el deseo, porque el desea a esta mujer. En este pasaje, uno se da cuenta que la autoridad, en principio, se funda sobre lo autorizado ante lo prohibido. El fundamento de la autoridad es poder decir sí. Es el sí y el no sobre el fondo de un sí. La madre es entonces el vector de la encarnación del fracaso del cuidado, y el padre, vector de la Ley en el deseo del Otro.

El niño, “objeto a liberado”

Para comprender “el objeto a liberado”, tal como Lacan lo presenta en el Seminario XVI, es necesario que avancemos en la manera en la que él sitúa al niño en las “Dos notas”. El abordaje freudiano clásico sitúa al niño como Ideal del Yo, el ideal de la pareja. Es lo que Freud llamaba: “His Majesty the Baby”[3]. [15] Es a partir del niño que se distribuye la familia, Lacan, en cuanto a él, parte en estas “Dos notas”, de otro punto: “El niño realiza la presencia de eso que Jacques Lacan designa como el objeto a en el fantasma.”[16] Mientras que Freud abordó al niño a partir del Ideal, los desarrollos sucesivos de Mélanie Klein, Winnicott y Ferenczi abordan el niño en tanto objeto. El acento está puesto sobre el niño tomado, no en un Ideal sino en el goce, el suyo y el de sus padres. Es lo que Lacan resume con el objeto a.
En la metáfora edípica clásica, lo que responde al deseo de la madre es el padre. El padre interviene sobre el deseo de la madre para producir la significación fálica. Pero en las “Dos notas”, es al contrario el niño quien viene a saturar la falta de la madre, es decir su deseo. Viene a taponar lo que es del orden de la falta de la madre, no como Ideal sino como objeto.
Es el falo en el mejor de los casos. Tiene entonces un valor. Pero más allá del penisneid de la mujer, hay la realización no para la madre de tener su falo, sino de tener este objeto que responde por su existencia, que puede responder a todas las cuestiones. Se puede tomar el ejemplo del síntoma somático como la máxima garantía de obtener este objeto. “Es el recurso inagotable para, según los casos, dar fe de la culpa, servir de fetiche, encarnar un rechazo primordial”. [17] Jacques-Alain Miller, en la presentación de las Jornadas de la Escuela de la Causa freudiana de octubre de 2006 [18], nos permite comprender fenómenos tales como el de las asociaciones de niños con trastornos, comprender el tropismo que hace que a estas asociaciones les sea importante que los trastornos del niño sean definidos somáticamente. El éxito de los trastornos de atención, de la hiperactividad, de los trastornos bipolares, es tan poderoso porque permiten reducir la cuestión subjetiva a un trastorno somático. Así, cuando los psicoanalistas dicen: “Pero no, no es un trastorno somático, es subjetivo” pensando que llevan un mensaje de esperanza, por el contrario, ellos desesperan. El efecto que les retorna es despiadado: es el odio. Es necesario, por el contrario, respetar este punto. El gran éxito del cambio actual de la clínica, y de la condensación de la causa en la amígdala que no funciona, encuentran su explicación en este breve desarrollo de Lacan. El deslizamiento actual de la clínica permite asegurar el lazo de la madre y del niño.
El niño es entonces el objeto a, va al lugar de un objeto a, y es a partir de allí que se estructura la familia. La misma no se constituye más a partir de la metáfora paterna, que era la cara clásica del complejo de Edipo, sino enteramente en la manera en que el niño es el objeto de goce de la familia, no solamente de la madre, sino de la familia y más allá, de la civilización. El niño es “el objeto a liberado, producido”. Este objeto a que el niño realiza, lo encontramos en el Seminario [19] donde Lacan articula el problema de la familia al hecho de que en el Otro hay una falta.
Hay dos maneras de desembarazarse de esta falta. La primera consiste en agregar, no la palabra que falta, sino el goce que falta en el Otro. Es la vía del perverso que produce una certeza de goce. Esto tiene como efecto producir un significante del Otro pleno, lo que Lacan escribe S(A), y que él califica el hombre-ella. A esto, él opone le Famil, que escribe s(A). Es la vía del neurótico que quiere, en cuanto a él, completarse con una familia, pero el problema es que hace falta pedirle a una mujer. En suma, es inscribirse como el Uno en el Otro, proposición inversa a lo que Lacan indicaba en su “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, donde el Nombre-del-Padre es la inscripción en el Otro, del significante de la garantía del sujeto. Por esta razón, el Nombre-del-Padre es un operador formidable que se añade en la civilización y que permite al sujeto inscribirse allí. En este año 1969, Lacan presenta el reverso del Nombre-del-Padre como garantía. El padre no es más que un sueño del neurótico que, para inscribirse en el Otro quiere ser el padre de familia. Es en este punto que Lacan interroga la distinción entre el padre de familia, sueño del neurótico, y la función del Nombre-del-Padre que puede ser sostenida por otros personajes que el padre de familia. Es una función del tipo “poner un freno al goce”. Pero no es una función que surge simplemente de la interdicción. “Poner un freno al goce”, es también poder abrir al sujeto una vía que no sea la de un empuje a gozar mortal, autorizar una relación fiable al goce, diferente que un empuje al hedonismo contemporáneo, que puede tener una cara mortal como se lo constata en las adicciones. En suma, el padre residuo es una función que se distingue del padre de familia. Es el instrumento que permite hacer mantener juntos lo simbólico, lo real y el padre imaginario. Simbólico, real e imaginario se mantienen entonces juntos por una función que puede separarse del padre de familia.

Ser padre, un acto

A partir de aquí, ¿cómo concebir las nuevas formas de la parentalidad? Este deseo de ser padre, esta “père-version” cautiva, en efecto, a nuevas identidades. Las familias homo-parentales añoran poder casarse, tener el título de padre, interrogan la distribución clásica padre/madre. Cuando se dice que no hay que tocar esta distribución a riesgo de un derrumbamiento de la civilización, es sin duda un error, porque se va a tocar eso siempre más. Los entusiastas, como Judith Butler, consideran que se puede y que hay que tocar lo que se llama el género (the gender). Es una subversión de las formas reconocidas que puede ir muy lejos, con el anhelo de rehacer todo deshaciendo todas las identificaciones posibles hombre/mujer, donde los nombres de “padre” y de “madre” pueden ser dados a todo sujeto, preferentemente a un sujeto transexual.
Pero entre los partidarios del inmovilismo, partidarios del fin de la historia que dicen que las buenas ficciones han sido encontradas y que no hace falta tocar más, y los partidarios de un constructivismo radical, sería necesario un principio de precaución para tomar en consideración, en cambio, los efectos de estas dos posiciones. Se trata de saber, en la investigación clínica, cómo vamos a verificar los efectos de estas transformaciones. Se decía, por ejemplo, en los años cincuenta que no se podía psicoanalizar a los hijos de padres divorciados. Si los psicoanalistas hubieran continuado diciendo esto, no tendría más a nadie. En los mismos años, Lacan gracias a su teoría del Nombre-de-Padre, permitía ya desplazar el problema. Las mujeres solas, divorciadas, viudas o las que no habían jamás contraído matrimonio, pueden también transmitir del Nombre-del-Padre. Se puede también analizar a los hijos de formas múltiples de uniones conyugales, incluso cuando no se sabe muy bien donde está el padre. En el presente, se debe analizar hijos surgidos de la post-parentalidad, de la era post-paternal, es decir, que no dependen más del padre de la tradición.
Los sociólogos sostienen la idea de que hemos salido de la parentalidad antigua, aquella del imperio del padre de la autoridad, de la tradición y de la ley. Hoy es la paternidad responsable y negociada por contrato. La ventaja, nos dicen, es que en estas prácticas tan diversas, se tiene una paternidad pacificada: se acabaron los dramas de los antiguos tiempos, terminaron las dramatizaciones que los psicoanalistas habían conservado con la referencia al Complejo de Edipo. Hay, ciertamente, una paternidad pacificada, pero el problema de la autoridad se trasladó al exterior. El Otro social ordena, en efecto, a los padres de mantener a sus hijos, de poner su familia en regla, o amenaza de poner a todo el mundo en internados militares. De este modo, los padres se han transformado en agentes del orden público.
¿Podemos creer en esta buena novedad sociológica, que reduce la paternidad a normas? La política desapareció, ya no quedan sino normas a negociar. Un mismo método es empleado para construir Europa, el Orden Internacional, y también las familias.
Pero esto supone resuelto el problema del residuo, de la concentración de goce sobre el niño y los padres. Hemos salido del patriarcado, del machismo de la tradición y de la promesa de antaño: “Si te conduces como un hombre debe conducirse, entonces podrás gozar de una mujer”. El único problema es que es imposible definir una relación entre los sexos, homo o hétero, que fuera la buena. Con el goce, eso jamás es posible. Ninguna norma llega a estabilizar el empuje a gozar, y a cada uno le queda la contingencia del encuentro del partenaire, y el síntoma/fantasma que lo define. Este encuentro no puede reducirse a normas. El lugar del padre es el de un residuo que viene como nombre a recubrir este imposible. Ser padre no es una norma, sino un acto que tiene consecuencias, fastas y nefastas. La filiación contemporánea remite, más allá de las normas, al deseo particularizado cuyo producto es el niño. El padre contemporáneo es un residuo y un nombre, que resta de un modo inconmensurable como una apuesta pasional. Toda esperanza de pacificación de la paternidad es, entonces, una ilusión. Es la fuerza de la ilusión de la teoría sociológica de la felicidad de las normas.
La apuesta de la investigación psicoanalítica consiste en demostrar, sin conservadurismo, sin entusiasmo progresista, pero con el modo de pesimismo lúcido lacaniano-freudiano, las redistribuciones clínicas a las cuales asistimos. He aquí el desafío de sus próximos años.

Traducción: María Inés Negri

Bibliografía:
[1] Commaille J., « Le procès d’Angers et la faillite de la solidarité sociale », Le Monde, Édition du 23 avril 2005.
[2] Freud S., « Pegan a un niño », Obras Completas, Tomo XVII, Buenos Aires Amorrortu, 1988, pp. 173-214.
[3] Lévy B-H., Réflexions sur la guerre, le Mal et la fin de l’histoire, Paris : Éd. Grasset, 2001.
[4] Correspondance 1906-1914, S. Freud - C.G. Jung, Paris : Éd. Gallimard, 1992.
[5] Van Renterghem M., « Le calvaire des enfants d’innocents », Le Monde, Édition du 03 juin 2006.
[6] Lacan J, La familia, Buenos Aires, Argonauta, 1978.
[7] Lacan J., « Dos notas sobre el niño », Intervenciones y Textos 2, Buenos Aires, Manantial, 1991, p. 56.
[8] Lacan J., « Allocution sur les psychoses de l’enfant », op. cit., p.361 à 371.
[9] Lacan J., Le Séminaire, Livre XVI, D’un Autre à l’autre, Paris : Éd. Seuil, 2006, p. 279 à 293.
[10] Lacan J., « Dos notas sobre el niño », op.cit., p. 56.
[11] Lacan J., Le Séminaire, Livre XVI, D’un Autre à l’autre, op. cit., p.293.
[12]Ibid.
[13]Jacques Lacan, « Dos notas sobre el niño», op. cit., pp. 56/57.
[14]Ibid.
[15] Freud S., « Introducción del narcisismo», Obras Completas, Tomo XIV, Buenos Aires, Amorrortu, pág. 88.
[16]Jacques Lacan, « Dos notas sobre el niño », op. cit., p. 56.
[17]Ibid.
[18]Jacques-Alain Miller, « Vers les prochaines Journées de l'Ecole », Lettre Mensuelle n° 247, avril 2006, page 6.
[19]Jacques Lacan, Le Séminaire, Livre XVI, D’un Autre à l’autre, op. cit.
[1] Leer los artículos de Franck Johannès en Le Monde sobre este proceso. En particular el del 6 de abril y el del 29 de julio de 2005.
[2] Palabras del ex-responsable del tribunal de menores recogidas el 6 de abril en Le Monde.
[3] N. del T.: En inglés en el original.

EL HOMBRE DISCONFORME


Este film titulado originalmente Den Brysomme Mannen, es una producción del año 2006 del director noruego Jens Lien, premiada en el Festival de Cannes y partícipe en la selección oficial del Festival de Toronto. A través de su protagonista Andreas se articula una historia que refleja de manera contundente el drama del sujeto contemporáneo: Andreas llega a una ciudad "perfecta", encuentra un trabajo, una casa, una mujer y unos amigos, todo transcurre, podríamos decir, en un "mundo feliz". Sin embargo, el deseo de escaparse de aquel lugar al que no recuerda cómo llegó, se convierte para Andreas en la obsesión de sus días. Pero, paradójicamente, cuando ello sucede se encuentra tan desprotegido y excluido como antes. Su impecable escenificación, su fotografía, la irrealidad de su historia y una muy buena banda sonora hacen de Den Brysomme Mannen un film que deja dispuestas reflexiones en torno del lugar del sujeto en la contemporaneidad.

VISITA A FREUD

Tomado de:

PAPINI Giovanni (1931) GOG, España, Plaza & Janés, traducción de Mario Verdaguer, 1982, pp:117-122



Viena, 8 mayo

Había comprado en Londres, hacía dos meses, un hermoso mármol griego de la época helenista, que representa, según los arqueólogos, a Narciso. Sabiendo que Freud cumplía anteayer sus setenta años -nació el 6 de mayo de 1856- le envié como regalo la estatua, con una carta de homena­je al «descubridor del Narcisismo».

Este regalo bien elegido me ha valido una invi­tación del patriarca del Psicoanálisis. Ahora vuelo de su casa y quiero, inmediatamente, apuntar lo esencial de la conversación.

Me ha parecido un poco abatido y melancólico. -Las fiestas de los aniversarios -me ha dicho- se parecen demasiado a las conmemoracio­nes y recuerdan demasiado a la muerte.

Me ha impresionado el corte de su boca: una boca carnosa y sensual, un poco de sátiro, que explica visiblemente la teoría de la «libido». Se ha mostrado contento, sin embargo, al verme y me ha dado las gracias, con calor, por el Narciso.

-Su visita constituye para mí un gran consue­lo. Usted no es ni un enfermo, ni un colega, ni un discípulo, ni un pariente. Yo vivo todo el año entre histéricos y obsesos que me cuentan sus liviandades -casi siempre las mismas-; entre médicos que me envidian cuando no me desprecian, y con discípulos que se dividen en papagayos crónicos y en ambiciosos cismáticos. Con usted puedo, al fin, hablar libremente. He enseñado a los demás la vir­tud de la confesión y no he podido nunca abrir en­teramente mi alma. He escrito una pequeña autobiografía, pero más que nada para fines de propa­ganda, y si alguna vez he confesado, ha sido, por fragmentos, en la Traumdeutung. Nadie conoce o ha adivinado el verdadero secreto de mi obra. ¿Tiene una idea del Psicoanálisis?

Contesté que había leído algunas traducciones inglesas de sus obras y que únicamente para verle había venido a Viena.

-Todos creen -añadió- que yo me atengo al carácter científico de mi obra y que mi objetivo principal es la curación de las enfermedades mentales. Es una enorme equivocación que dura desde hace demasiados años y que no he conseguido di­sipar. Yo soy un hombre de ciencia por necesidad, no por vocación. Mi verdadera naturaleza es de ar­tista. Mi héroe secreto ha sido siempre, desde la niñez, Goethe. Hubiera querido entonces llegar a ser un poeta y durante toda la vida he deseado escribir novelas. Todas mis aptitudes, reconocidas incluso por los profesores del Instituto, me llevaban a la literatura. Pero si usted tiene en cuenta las condiciones en que se hallaba la literatura en Aus­tria en el último cuarto del siglo pasado, compren­derá mi perplejidad. Mi familia era pobre, y la poe­sía, según testimoniaban los más célebres contem­poráneos, rendía poco o demasiado tarde. Además era hebreo, lo que me ponía en condiciones de manifiesta inferioridad en una monarquía antisemita. El destierro y el mísero fin de Heine me desalentaban. Elegí, siempre bajo la influencia de Goethe, las ciencias de la Naturaleza. Pero mi temperamen­to continuaba siendo romántico: en 1884, para po­der ver algunos días antes a mi novia, alejada de Viena, emborroné un trabajo sobre la coca y me dejé arrebatar por otros la gloria y las ganancias del descubrimiento de la cocaína como anestésico.

»En 1885 y 1886 viví en París; en 1889 permane­cí algún tiempo en Nancy. Estas permanencias en Francia ejercieron una decisiva influencia sobre mi espíritu. No sólo por lo que aprendí de Charcot y de Bernheim, sino también porque la vida literaria francesa era, en aquellos años, riquísima y ardien­te. En París, como buen romántico, pasaba horas enteras en las torres de Notre Dame, pero por las noches frecuentaba los cafés del barrio latino y leía los libros más en boga en aquellos años. La baotalla literaria se hallaba en pleno desarrollo. El Simbolismo levantaba su bandera contra el Natu­ralismo. El predominio de Flaubert y de Zola se iba sustituyendo, entre los jóvenes, por el de Ma­llarmé y de Verlaine. Al poco de haber llegado yo a París apareció A rebours, de Huysmans, discípulo de Zola, que se pasaba al decadentismo. Y me halIaba en Francia cuando se publicó Jadís et nague­re, de Verlaine, y fueron recogidas las poesías de Mallarmé y las Illumínatíons, de Rimbaud. No le doy estas noticias para alardear de mi cultura, sino porque estas tres escuelas literarias -el Romanti­cismo, hacía poco tiempo muerto, el Naturalismo, amenazado, y el Simbolismo naciente- fueron las inspiraciones de mi trabajo ulterior.

»Literato por instinto y médico a la fuerza, concebí la idea de transformar una rama de la medici­na –la psiquiatría- en literatura. Fui y soy poe­ta y novelista bajo la figura de hombre de ciencia. El Psicoanálisis no es otra cosa que la transforma­ción de una vocación literaria en términos de psicología y de patología.

»El primer impulso para el descubrimiento de mi método nace, como era natural, de mi amado Goethe. Usted sabe que escribió Werther para li­brarse del íncubo morboso de un dolor: la literatura era, para él, «catarsis». ¿Y en qué consiste mi método para la curación del histerismo sino en hacérselo contar «todo» al paciente para librarle de la obsesión? No hice nada más que obligar a mis enfermos a proceder como Goethe. La confesión es liberación, esto es, curación. Lo sabían desde hace siglos los católicos, pero Víctor Hugo me había enseñado que el poeta es también sacerdote, y así sustituí osadamente al confesor. El primer paso estaba dado.

»Me di cuenta bien pronto de que las confesio­nes de mis enfermos constituían un precioso reper­torio de «documentos humanos». Yo hacía, por tanto, un trabajo idéntico al de Zola. El sacaba, de aquellos documentos, novelas; yo me veía obligado a guardarlos para mí. La poesía decadente llamó entonces mi atención sobre la semejanza entre el sueño y la obra de arte y sobre la importancia del lenguaje simbólico. El Psicoanálisis había nacido, no, como dicen, de las sugestiones de Breuer o de los atisbos de Schopenhauer y de Nietzsche, sino de la transposición científica de las Escuelas lite­rarias amadas por mí.

»Me explicaré más claramente. El Romanticis­mo, que, recogiendo las tradiciones de la poesía medieval, había proclamado la primacía de la pasión y reducido toda pasión al amor, me sugirió el concepto del sensualismo como centro de la vida humana. Bajo la influencia de los novelistas naturalistas, yo di del amor una interpretación menos sentimental y mística, pero el principio era aquél.

»El Naturalismo, y sobre todo Zola, me acostum­bró a ver los lados más repugnantes, pero más co­munes y generales, de la vida humana; la sensua­lidad y la avidez bajo la hipocresía de las bellas ma­neras: en suma, la bestia en el hombre. Y mis descu­brimientos de los vergonzosos secretos que oculta el subconsciente no son más que una nueva prue­ba del despreocupado acto de acusación de Zola.

»El Simbolismo, finalmente, me enseñó dos co­sas: el valor de los sueños, asimilados a la obra poética, y el lugar que ocupan el símbolo y la alu­sión en el arte, esto es, en el sueño manifestado. Entonces fue cuando emprendí mi gran libro sobre la interpretación de los sueños como reveladores del subconsciente, de ese mismo subconsciente que es la fuente de la inspiración. Aprendí de los simbolistas, que todo poeta debe crear su lenguaje, y yo he creado, de hecho, el vocabulario de los sue­ños, el idioma onírico.

»Para completar el cuadro de mis fuentes litera­rias, añadiré que los estudios clásicos, realizados por mí como el primero de la clase -me sugirie­ron los mitos de Edipo y de Narciso; me ense­ñaron, con Platón, que el estro, es decir, el surgir del inconsciente, es el fundamento de la vida espi­ritual, y finalmente, con Artemidoro, que toda la fan­tasía nocturna tiene su recóndito significado.

»Que mi cultura es esencialmente literaria lo demuestran abundantemente mis continuas citas de Goethe, de Grillparzer, de Heine, y de otros poe­tas: la forma de mi espíritu se halla inclinada al ensayo, a la paradoja, al dramatismo, y no tiene nada de la rigidez pedante y técnica del verdadero hombre de ciencia. Hay una prueba irrefutable: en todos los países en donde ha penetrado el Psicoa­nálisis ha sido mejor entendido y aplicado por los escritores y por los artistas que por los médicos. Mis libros, por otra parte, se semejan mucho más a las obras de imaginación que a los tratados de patología. Mis estudios sobre la vida cotidiana y sobre los movimientos del espíritu son verdadera y genuina literatura, y en Tótem y Tabú me he ejercitado incluso en la novela histórica. Mi más antiguo y tenaz deseo sería escribir verdaderas novelas; poseo un tesoro de materiales de primera mano que harían la fortuna de cien novelistas. Pero temo que ahora sea demasiado tarde.

»De todos modos he sabido vencer, soslayada­mente, mi destino, y he logrado mi sueño: conti­nuar siendo un literato aun haciendo, en aparien­cia, de médico. En todos los grandes hombres de ciencia existe el soplo de la fantasía, madre de las intuiciones geniales, pero ninguno se ha propuesto, como yo, traducir en teorías científicas las inspira­ciones ofrecidas por las corrientes de la literatura moderna. En el Psicoanálisis se encuentran y se compendian, expresadas en la jerga científica, las tres mayores Escuelas literarias del siglo XIX: Hei­ne, Zola y MalIarmé se unen en mí, bajo el patrona­to de mi viejo Goethe. Nadie se ha dado cuenta de este misterio que está a la vista y no lo hubiera re­velado a nadie si usted no hubiese tenido la óptima idea de regalarme una estatua de Narciso.

Al llegar a este punto, la conversación se des­vió; hablamos de América, de Keyserling y finalmente, de los vestidos de las vienesas. Pero lo úni­co que vale la pena de ser consignado en el papel es lo que ya he escrito. En el momento de despe­dirme de Freud, éste me recomendó el silencio acerca de su confesión:

-Usted no es escritor ni periodista, por fortu­na, y estoy seguro de que no difundirá mi secreto.

Le tranquilicé, y con sinceridad: estos apuntes no están destinados a ser impresos.

Microliteraltura 3

En esta tercera serie presentamos un conjunto de los llamados “articuentos” del escritor español, Juan José (Juanjo) Millás (1945 -) quien además se ha desempeñado como marionetista, profesor y articulista. Con sus articuentos -relatos a medio camino entre el cuento y el artículo de opinión periodístico- publicados en el importante diario español “El País”- este autor ofrece una visión crítica de la realidad sirviéndose del humor, la paradoja y la ironía. El lector puede encontrar una basta compilación de este género en:

MILLÁS, Juan José (2001) Articuentos, editorial Alba, Madrid, 2001, 292 p.


35. El diván

Si un día me animara a escribir una historia de los objetos, dedicaría un capítulo al diván, que fue el precursor del psicoanálisis. Hasta el descubrimiento del inconsciente, no se sabía muy bien para qué podía servir un mueble tan raro. Quizá Freud lo vio de pequeño en una tienda, acompañando a su madre a comprar una cama turca, y esa visión terrible de un mueble sin función determinó su vida. De hecho, no paró hasta que le encontró una utilidad que se plegara a sus formas: la del análisis. Personalmente puedo asegurar que si no me hubiera psicoanalizado, no habría tenido la oportunidad de usar nunca un diván, que no es un bicho doméstico, pues para permanecer sentado resulta incómodo y para estar acostado insuficiente.No le den más vueltas. El inventor del diván era un poeta que se anticipó en varios siglos al descubrimiento del psicoanálisis. Los poetas tienen intuiciones de este tipo. De todos modos, hay unos divanes más austeros que otros. El de mi analista, aunque bueno para la espalda, era terrible para los sentimientos porque tenía algo de catafalco o de mesa de autopsias. Siempre pensé que se lo había hecho un amigo aficionado al bricolaje, lo que no me parecía mal. La deconstrucción personal que se lleva a cabo en una sesión tiene mucho que ver con la terapia manual, sobre todo a la hora de ocultar las piezas que sobran cuando empiezas a montarte de nuevo.Después de que me diera de alta, intenté comprarle el diván a mi analista, para continuar practicando en casa, por mi cuenta. Ella lo interpretó como una resistencia a desprenderme de las menudencias anímicas que se me habían caído en la tapicería del mueble, como las monedas que se salen de los bolsillos cuando uno se sienta en los sofás y aparecen entre sus cojines meses más tarde. El caso es que no me lo vendió y ahora a veces meto la mano en los bolsillos psíquicos, buscando una manía para defenderme de algo que me duele y no encuentro ninguna porque se quedaron todas en el diván, como la calderilla del alma. ¡Qué loco, el inventor de ese trasto!


36. Lo real

Una chica estadounidense se tomó por juego una Viagra y tuvo una erección fantasmal. Pese a que los médicos han advertido que cuando el miembro permanece en tensión más de cuatro horas seguidas hay que acudir a un servicio de urgencias para evitar daños irreparables en el tejido de la uretra, la joven no fue al hospital hasta el tercer día, presa ya de unos dolores insoportable en el pene hipotético aparecido tras la ingestión de la pastilla eréctil. Dado que los facultativos no sabían cómo detener aquella erección inexistente, pasaron todavía unas horas preciosas antes de que al jefe de urología se le ocurriera proponer a la chica una eyaculación fantasmal para acabar con aquel caso de priapismo extravagante.Los padres, que eran mormones, se opusieron a que la joven se masturbara, pues además de no estar de acuerdo con el onanismo en general, les parecía que éste podría ser más condenable si se practicaba con un miembro ilusorio. Un médico muy culto que había ese día de guardia intentó explicarles que el miembro masculino objeto de la masturbación es siempre imaginario, aun cuando se pueda tocar. Pero no hubo forma de sacar a los padres de sus trece y el hospital tuvo que conseguir una autorización del juez para proceder a la descarga imaginaria, en el caso de que haya alguna que no lo sea, cesando de inmediato los dolores de la joven y desapareciendo al instante el miembro falso, si hay alguno verdadero.La noticia es que han congelado el semen quimérico obtenido de la eyaculación irreal y ahora pretenden fecundar con él un óvulo aparente para obtener un embrión fantasma. Si los fundamentos teóricos no fallan, podrían conseguir un individuo invisible. A mí, personalmente, me parece que eso no tiene ningún mérito. Lo novedoso a estas alturas sería fecundar a alguien real.


37. La cosa

De pequeño tuve una caja de zapatos que llegó a ser mi juguete preferido, entre otras cosas porque no tenía otro. Pero envejeció más deprisa que los zapatos que había llevado dentro, de manera que a mi caja se le cayó un día la primera a y se quedó en una cja, que así, a primera vista, parece un juguete yugoslavo. Busqué entre las herramientas de mi padre una a de repuesto, pero no había ninguna y tuve que sustituirla por una o. De este modo, sin transición, tuve que olvidar la caja para hacerme cargo de una coja, lo que es tan duro como pasar directamente de la niñez a los asuntos. Jugué mucho con aquella coja, todavía la recuerdo, pero se fue haciendo mayor también y un día se le cayó la jota. Hay quien piensa que las vocales se estropean antes que las consonantes, pero yo creo que vienen a durar más o menos lo mismo. El caso es que tampoco encontré entre los tornillos de mi padre una jota en buen uso, así que la sustituí por una pe que estaba prácticamente sin estrenar. La coloqué en el lugar de la jota y me salió una copa estupenda, con la que he bebido de todo hasta ayer mismo, que se me cayó al suelo y se rompió. A decir verdad, se rompió justamente por la pe, y como es muy antigua no he encontrado en ninguna ferretería una igual. Ayer fui a casa de mis padres, y después de mucho rebuscar en el trastero di con una ese que no desentona con el conjunto. O sea, que ahora tengo una cosa, pero no sé qué hacer con ella. La caja, la coja y la copa eran muy útiles para guardar secretos, jugar o emborracharse. Pero la cosa me da miedo; además, la escondí en el bolsillo interior de la chaqueta, de manera que desde ayer tengo una cosa aquí, en el pecho, que me llena de angustia. Lo peor de todo es que, como no sé qué es, tampoco sé cómo se rompe. Qué vida, ¿no?


38. La verdad

Se despertó de madrugada y permaneció encogido entre las sábanas, sin decidirse a poner la radio por miedo a despertar a su mujer. Finalmente, los nervios le empujaron a la de la cocina, donde sintonizó un programa de noticias por el que se enteró de que un tornado había causado grandes destrozos en Miami. No se dijo que él estuviera implicado, pero tampoco lo contrario, así que regresó a la cama algo nervioso y concilió un sueño breve, lleno de grumos, antes de que sonara el despertador. Durante el desayuno, su mujer le preguntó si volvía a dolerle la espalda o tenía alguna preocupación. Él negó con la cabeza mientras escuchaba la primera tertulia de la mañana por si salía su nombre a relucir. Ya en la oficina, leyó atentamente el periódico disimulado entre las piernas, sin verse citado en ningún sitio. No obstante, a las once fue al cuarto de baño y con el móvil que le habían regalado el día del Padre telefoneó a la secretaria de Gómez de Liaño para preguntar si el juez estaba interesado en interrogarle. Le dijeron que no. "¿Puedo salir de España entonces?", insistió al tiempo que cortaban bruscamente la comunicación al otro lado. Regresó al despacho con gesto huidizo y confesó a su compañero de mesa que tenía miedo de que su nombre figurara entre los 200 expedientes de la supuesta amnistía fiscal. "Pero ¿cuánto dinero ganas?" "No sé, entre mi mujer y yo no llega a tres millones y medio al año." Su compañero le mandó a la mierda y eso fue todo. Por la tarde, al volver a casa, preguntó si había llegado alguna notificación del juzgado de guardia o si alguien les había amenazado por teléfono, pero no, todo estaba en orden. Antes de acostarse, mientras se cepillaba los dientes, se contempló en el espejo enfrentándose al fin a la verdad. "Dios mío -se dijo-, no soy nadie."


39. El origen de la vida

Se van acumulando poco a poco indicios de que el origen de la vida es extraterrestre. Ya lo sabíamos, pero las pruebas recién aportadas por Jeffrey Bada en la reunión de la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias ha dejado a más de uno un poco estupefacto.Digo que ya lo sabíamos porque si fuéramos de este planeta no nos sentiríamos tan extranjeros en él. La verdad es que nunca nos hemos encontrado a gusto aquí; es cierto que nos maravillan los amaneceres africanos y las puestas de sol sobre el mar de Grecia, y que nos quedamos con la boca abierta frente a excesos como las cataratas del Niágara, pero también es verdad que hay un momento de la tarde, cuando el sol está a punto de caer, pero no cae, en que sentimos en el pecho una opresión algo angustiosa. Y también que al mirar algunas montañas, vemos planear sobre ellas la sombra de un pensamiento oscuro, de una amenaza. Nos gusta el mundo, en fin, porque está lleno de cosas raras, como las piedras y los árboles y los océanos, pero nunca nos hemos encontrado en él como en casa.Además de eso, la confirmación de que procedemos de algún remoto lugar de este o de otro universo, no se sabe, plantea también algunas cuestiones sobre el cuerpo. Con el cuerpo pasa lo mismo que con el mundo, que, aun pareciéndonos admirable, no acabamos de encontrarnos a gusto en él. Es como un traje que nos viene demasiado grande o demasiado pequeño, según. Y es que el cuerpo, seguramente, tuvimos que adquirirlo al llegar a la Tierra, porque es que aquí no se puede vivir sin cuerpo. Pero no nos gusta, la verdad; además produce muchos sinsabores. O sea, que a lo mejor lo del alma no es un invento, sino el recuerdo de lo que fuimos en ese otro mundo del que procedemos y al que anhelamos volver.Desde que leí la noticia, me duermo pensando en ese lugar mítico en el que vivíamos sin cuerpo y sin las servidumbres a que nos somete, pero me hago cargo de que en este planeta sin cuerpo no vas a ningún sitio: lo importante es saber que se trata de una prótesis.


40. Vivir intensamente

Uno de los mitos más dañinos para la juventud es el de "vivir intensamente". Por vivir intensamente suele entenderse pasar mucho tiempo en la calle e ir de un lado a otro bebiendo cosas que dan ardor de estómago. En mi juventud también fuimos víctimas de la necesidad de vivir intensamente. "Vive deprisa, muere joven y haz un cadáver bonito", rezaba un eslogan de la época. El problema es que vivir deprisa no garantiza morirse antes. La mayoría de la gente que vivía deprisa continúa viva, pero con úlcera de estómago o piedras en el riñón. Además no quieren ni oír hablar de la muerte. Vivir intensamente no significa nada. En todo caso no significa, como creen algunos, tomar muchos aviones. Durante una época me bajaba de un avión y me subía en otro y era la vida menos intensa que cabía imaginar. La intensidad llegaba cuando menos la esperabas y en los lugares más sorprendentes. Un día bajando las escaleras de un ministerio me crucé con un individuo cuya mirada no he logrado olvidar. Se detuvo delante de mí y estuvo unos segundos observándome. Aquello fue muy intenso, aunque no sé por qué.Los sucesos más importantes de la vida son absurdos. El sentido es un adminúsculo digno de un "todo a cien". Las personas que presumiblemente han vivido de forma intensa te cuentan sus correrías a modo de historia. Quiere decirse que han necesitado hacer una reconstrucción que dota de coherencia a lo incoherente. Las mejores conquistas sexuales, por citar un campo que todo el mundo suele considerar excitante, son siempre casuales. Es el recuerdo lo que lo convierte en una novela. Los profesores aseguran que los jóvenes no comprenden los procesos históricos, pero quién los comprende. La historia de la humanidad no tiene ni pies ni cabeza, de modo que lo raro es comprenderlos.Escribimos y leemos novelas porque nos vuelve locos aquello de lo que carecemos: el sentido. La vida es lo contrario de una novela: le sobran casi todas las páginas y si hay alguna imprescindible no sabemos cuál es. Aceptar la falta de sentido: eso es vivir intensamente.


41. La piedra de Sísifo

Cuando todos los bancos se hayan fusionado y no haya más que un banco, cuando todos los hipermercados sean un solo hipermercado verdadero, cuando el mundo haya devenido al fin en una gran superficie con un solo periódico y un solo Estado y un acontecimiento único (ya decidiremos cuál más tarde), necesitaremos también un idioma universal, y ahí es donde aparece el esperanto, mal llamado inglés por las escuelas de idiomas que te lo enseñan en diez meses. En diez meses sólo se aprende el esperanto, que es una lengua construida pieza a pieza como el motor de un coche. Pero no nos pongamos exigentes. Cuando todas las academias de la lengua se fundan entre sí y no haya más que una, como debe ser, ya decidirá su único académico si lo que hablamos es inglés o esperanto. Lo importante no es el nombre de las cosas, sino que sólo haya una de cada, es decir, un pensamiento único y una neurona única para que no nos demos cuenta de que los que se fusionan por la tarde acaparando todo el alfabeto para las empresas resultantes (BBVA pongamos por caso) son los mismos que dan vivas por la mañana a la competencia y al libre comercio. En qué quedamos.En todo caso, lo mejor vendrá después de todo esto. Y es que una vez que tengamos un idioma universal, un esperanto (llamémosle inglés si ustedes quieren) lo lógico es que nos pongamos a construir una torre única, una torre que llegue hasta el cielo para ser como Dios, a quien tan bien le salió su propio proceso de fusiones. Acuérdense, si no, de la cantidad de dioses que había en Grecia y en Roma, y de lo mal que acabaron llevándose unos con otros, hasta que decidieron fusionarse, en fin, abaratando costes y creando sinergias y generando economías de escala. Pues bien, empezaremos la torre, la torre única, la torre de Babel, y Dios nos confundirá de nuevo con la invención de los idiomas, y nos dispersaremos una vez más y empezaremos de nuevo la cultura. La cosa es dar vueltas, como Sísifo con su piedra. Lo que hay que procurar es que haya una sola piedra sobre la que edificar la nueva Iglesia. Viva el eterno retorno.


42. La peste experta

Si usted es un padre consciente de la importancia de las nuevas tecnologías y ha decidido regalar a sus hijos por Navidades un ordenador, no se le ocurra consultar a un cuñado experto en el tema, o a un sobrino licenciado en Informática. Ni siquiera se deje aconsejar por el vendedor. Entre en la tienda con un gesto decidido, coja el que más rabia le dé, con tal de que pueda pagarlo, llévelo a casa, y que los niños se entiendan con él.A primera vista, lo sensato sería hablar con el hermano de su mujer que trabaja en Sony, pero ése es el modo más seguro de que sus hijos se queden sin ordenador y usted hecho un lío. Las personas aficionadas a la informática son propensas a dar conferencias, de manera que en lugar de informarte te duermen. Lo malo es que después de haber soltado un rollo lleno de términos incomprensibles, te recomiendan que esperes, que no compres todavía, porque dentro de seis meses se van a caer los precios y el mismo ordenador que ahora te cuesta medio millón estará a cien mil. O te aseguran que dentro de quince días va a salir un modelo nuevo que además de modem y CD?Rom llevará incorporado una freidora. O te miran de arriba abajo, para ver si estás en tu sano juicio, y te preguntan que para qué quieres regalarle un ordenador al niño.-Para que juegue con él y se familiarice- respondes acobardado.-Pero hombre -dice tu cuñado conteniendo la ira-, eso es un disparate. Para los juegos es mejor que le compres un CDI. El futuro pasa por el CDI. Además, en ese aparato podréis ver también películas, porque los vídeos y las cintas de VHS son una antigualla.-Pues el caso es que había pensado comprar un vídeo nuevo.-Si lo que quieres es tirar el dinero, allá tú.Al final el cuñado experto te da una información tan completa que no te compras nada porque cualquier cosa que hagas será un disparate. Yo he adquirido siempre los ordenadores en Nueva York porque no sé inglés y gracias a eso no entiendo los consejos del vendedor. Y la verdad es que hasta ahora me han dado muy buen resultado. Los entendidos son una peste.


43. Una queja

No se deben tirar los medicamentos caducados, por si quitaran los dolores de cabeza antiguos. Quienes padecen neuralgias y migrañas saben perfectamente que los sufrimientos pasados permanecen en la memoria como un bulto que a la larga hace más daño que la molestia misma que lo provocó. Las personas con tendencias neurálgicas suelen tener asociados los acontecimientos más importantes de su vida a una cefalea nerviosa. El día en el que uno tenía que opositar a Correos, por ejemplo, amaneció nublado y la frente del opositor también. Antes de meterse en la ducha, ya se había instalado alrededor de su globo ocular izquierdo un suplicio que le hacía mezclar los temas de Geografía con los de Historia, los ríos con los montes, la gimnasia con la magnesia. Acudió al examen de todos modos convenientemente forrado de optalidones. Quizá aprobó incluso. Pero nunca dejó de dolerle que el sufrimiento quedara para siempre asociado al éxito. Volvió a pasarle la noche de su boda. Le despertó a las tres una punzada en la nuca, un destello en medio de la bóveda craneal, como si alguien hubiera encendido violentamente una luz blanca, y supo que le esperaba una jornada de perros. Empezó a medicarse en ese instante, para prevenir, y llegó al altar o al juzgado en estado alucinatorio. De hecho, no tenía constancia de haberse casado, pero los papeles decían que sí y acabó por aceptarlo sin confesarle nunca a su mujer que no recordaba haber acudido a la boda. Podríamos seguir enumerando situaciones en las que la felicidad se alía, para el jaquecoso, a la desdicha. Pero son demasiadas. Hasta ahora nos curábamos de aquellas migrañas antiguas (lo que era tanto como rectificar el pasado) con medicinas caducadas, que en buena lógica deberían actuar sobre los dolores prescritos. Pero nos acaban de decir que el 90% de las medicinas sigue siendo eficaz después de su fecha de caducidad, pues ésta se basa tanto en criterios científicos como comerciales. En otras palabras, que nos han devuelto de golpe todas las cefalalgias antiguas sin quitarnos las actuales. ¿Tienen las organizaciones de consumidores un departamento de quejas retroactivas?.


44. Lo duro y lo blando

En verano hay mucho personal desenterrando cosas. Cuando la gente normal está en la playa, entregada al hedonismo y a las drogas para olvidarse de quiénes son, los paleontólogos desentierran cadáveres de hace cinco millones de años para averiguar quiénes fuimos. Leí una entrevista con Juan Luis Arsuaga, el director de Atapuerca, en la que hablaba con pasión de la pelvis de Lola (la mujer de Elvis), que todavía no ha logrado encontrar, aunque lógicamente debería de estar cerca de la de su marido. O no tan lógicamente: la pelvis de mi abuela y la de mi abuelo tampoco están juntas. Fue la última voluntad de los dos vivir toda la muerte separados, porque cuando fallecieron todavía no estaba autorizado el divorcio. Pero lo que yo quería decir es que si desenterrando cadáveres de hace cinco millones de años averiguamos tantas cosas de nosotros, qué no aprenderíamos desenterrando a mi abuela, que debe de estar en mejor estado. ¿No les sirve la pelvis de mi abuela, que además da la casualidad de que se llamaba Lola, como la de Arsuaga?Quizá no, entre otras cosas porque lo interesante de mi abuela eran sus partes blandas. Éste es el drama de la paleontología: que busca lo que ya no está. Es cierto que de los huesos se puede deducir la carne. Pero una deducción no es lo mismo que un músculo. Las cuencas vacías de una calavera no nos dicen nada de la mirada de su propietario. Tampoco una botella vacía puede darnos información sobre la calidad del vino que contuvo.Cuando nos ponemos a escarbar en la memoria, sin embargo, sólo encontramos objetos blandos. El tiempo, en la memoria, descompone lo duro, lo rígido, y deja en perfecto estado de conservación lo blando. Por eso la gente sólo tiene buenos recuerdos de la mili, de su infancia o de su profesor de matemáticas, aunque fuera un hueso. Ahora bien, de las partes blandas también es muy difícil deducir cómo fueron las duras. De hecho, no hay manera. O sea, que siempre nos quedamos a medias. Mi abuela, en la memoria de sus hijos, logró quedar como un ángel, pero su esqueleto era el de un sargento de caballería. ¿A quién hacer caso?

Microliteraltura 2


En esta segunda serie presentamos algunos minicuentos del escritor, “carnicero, diplomático" y guatemalteco, Augusto (Tito) Monterroso, (1921-2003), quien no desperdició palabras, e impuso su melancólico sentido del humor. Empezaremos con el considerado “cuento más corto de la literatura”:


16) El dinosaurio

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.


17) El mundo

Dios todavía no ha creado el mundo; sólo está imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso.


18) Aforismos

Los enanos tienen una especie de sexto sentido que les permite reconocerse a primera vista.


19) Caballo imaginando a Dios

"A pesar de lo que digan, la idea de un cielo habitado por Caballos y presidido por un Dios con figura equina repugna al buen gusto y a la lógica más elemental, razonaba los otros días el caballo.
Todo el mundo sabe -continuaba en su razonamiento- que si los Caballos fuéramos capaces de imaginar a Dios lo imaginaríamos en forma de Jinete."


20) Dejar de ser mono

El espíritu de investigación no tiene límites. En los Estados Unidos y en Europa han descubierto a últimas fechas que existe una especie de monos hispanoamericanos capaces de expresarse por escrito, réplicas quizá del mono diligente que a fuerza de teclear una máquina termina por escribir de nuevo, azarosamente, los sonetos de Shakespeare. Tal cosa, como es natural, llena estas buenas gentes de asombro, y no falta quien traduzca nuestros libros, ni, mucho menos, ociosos que los compren, como antes compraban las cabecitas reducidas de los jíbaros. Hace más de cuatro siglos que fray Bartolomé de las Casas pudo convencer a los europeos de que éramos humanos y de que teníamos un alma porque nos reíamos; ahora quieren convencerse de lo mismo porque escribimos.


21) Fecundidad

Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea.


22) Epitafio encontrado en el cementerio Monte Parnaso de San Blas, S.B

Escribió un drama: dijeron que se creía Shakespeare;
Escribió una novela: dijeron que se creía Proust;
Escribió un cuento: dijeron que se creía Chejov;
Escribió una carta: dijeron que se creía Lord Chesterfield;
Escribió un diario: dijeron que se creía Pavese;
Escribió una despedida: dijeron que se creía Cervantes;
Dejo de escribir: dijeron que se creía Rimbaud;
Escribió un epitafio: dijeron que se creía difunto.


23) Humorismo

El humorismo es el realismo llevado a sus últimas consecuencias. Excepto mucha literatura humorística, todo lo que hace el hombre es risible o humorístico.
En las guerras deja de serlo porque durante éstas el hombre deja de serlo. Dijo Eduardo Torres: "El hombre no se conforma con ser el animal más estúpido de la Creación; encima se permite el lujo de ser el único ridículo".


24) Nube

La nube de verano es pasajera, así como las grandes pasiones son nubes de verano, o de invierno, según el caso.


25) La tortuga y Aquiles

Por fin, según el cable, la semana pasada la tortuga llegó a la meta.
En rueda de prensa declaró modestamente que siempre temió perder, pues su contrincante le pisó todo el tiempo los talones.
En efecto, una diezmiltrillonésima de segundo después, como una flecha y maldiciendo a Zenón de Elea, llegó Aquiles.


26) La tela de Penélope o quién engaña a quién

Hace muchos años vivía en Grecia un hombre llamado Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio era muy astuto), casado con Penélope, mujer bella y singularmente dotada cuyo único defecto era su desmedida afición a tejer, costumbre gracias a la cual pudo pasar sola largas temporadas.
Dice la leyenda que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus prohibiciones ella se disponía una vez más a iniciar uno de sus interminables tejidos, se le podía ver por las noches preparando a hurtadillas sus botas y una buena barca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a buscarse a sí mismo.
De esta manera ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles creer que tejía mientras Ulises viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella tejía, como pudo haber imaginado Homero, que, como se sabe, a veces dormía y no se daba cuenta de nada.


27) La oveja negra

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.
Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.


28) La fe y las montañas

Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios. Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio. Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe.


29) Imaginación y destino

En la calurosa tarde de verano un hombre descansa acostado, viendo el cielo, bajo un árbol; una manzana cae sobre su cabeza; tiene imaginación, se va a su casa y escribe la Oda a Eva.


30) Historia fantástica


Contar la historia del día en que el fin del mundo se suspendió por mal tiempo.


31) Heraclitana

Cuando el río es lento y se cuenta con una buena bicicleta o caballo sí es posible bañarse dos (y hasta tres, de acuerdo con las necesidades higiénicas de cada quién) veces en el mismo río.


32) El salto cualitativo

-¿No habrá una especie aparte de la humana -dijo ella enfurecida arrojando el periódico al bote de la basura- a la cual poder pasarse?
-¿Y por qué no a la humana? -dijo él.


33) El Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio

Hubo una vez un Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio; pero encontró que ya la primera había hecho suficiente daño, que ya no era necesario, y se deprimió mucho.



34) El perro que deseaba ser un ser humano

En la casa de un rico mercader de la Ciudad de México, rodeado de comodidades y de toda clase de máquinas, vivía no hace mucho tiempo un Perro al que se le había metido en la cabeza convertirse en un ser humano, y trabajaba con ahínco en esto.
Al cabo de varios años, y después de persistentes esfuerzos sobre sí mismo, caminaba con facilidad en dos patas y a veces sentía que estaba ya a punto de ser un hombre, excepto por el hecho de que no mordía, movía la cola cuando encontraba a algún conocido, daba tres vueltas antes de acostarse, salivaba cuando oía las campanas de la iglesia, y por las noches se subía a una barda a gemir viendo largamente a la luna.

eros entre-dos-muertes

Por: Jorge Iván Jaramillo Zapata.


Eros, invencible en el combate, que asaltas a los poderosos, que te posas en las
blandas mejillas de una doncella y que surcas los mares y las rusticas cabañas.
Nadie puede escapar de ti, ni aún los dioses inmortales; ni tampoco ningún
hombre de los que un día hemos vivido; y quien te posee, enloquece de furor
[1].

Escojo este título, puesto que el entre-dos-muertes, trataremos de ver, indica una topología en la cual se circunscribe no solo la dimensión trágica, aquello que Lacan llama el universo sofocleano, sino, articulado a esto, la experiencia de la ética tal como la muestra el psicoanálisis. Parafraseando el título de una clase que se encuentra en el seminario de la ética, a saber, “Antígona en el entre-dos-muertes”, trataré de sustentar lo que de Eros se juega en este sintagma, explicándolo por ahora a través de un pasaje del seminario sobre la transferencia donde, anteriormente he dicho, se trata de una topología donde un elemento puesto en dos fronteras distintas no han de ser confundidos. Dicha topología concierne al deseo y a dos fronteras que tienen que ver con la muerte; la primera frontera como la muerte fáctica, el desenlace final, la corrupción del cuerpo, el devenir del lado de cronos; la segunda frontera como aquella que da cuenta de un deseo del hombre por aniquilarse para – dice Lacan – inscribirse allí en los términos del ser.
Se trata entonces de Eros, el amor, aquel concepto cuyo tratamiento hace Lacan a lo largo de su seminario tratando de iluminar aquello de lo que se trata en la transferencia que, ante todo, es dispar entre sujetos, es decir, no hay coincidencia intersubjetiva, y por otro lado es una falsa situación.
En primera instancia, es de resaltar que el seminario de la transferencia sigue inmediatamente al de la ética del psicoanálisis, seminario que Lacan no había querido publicar pues, como lo dirá en años posteriores, habría algo más que decir al respecto. Nos dice entonces el autor que antes de comenzar por introducir el problema de Eros en relación con la transferencia, recordará a su auditorio que se trató en el seminario anterior de explicar el poder creacionista del éthos humano, un poder de creación que en su trasfondo es un vacío, una nada que, como núcleo de todo éthos, no puede ser definido más que por ser el Kern unseres wesens, corazón del ser, es éste el vació que subsiste al éthos humano. Este poder creacionista que se propone en el seminario de la ética se plantea, nos dice Lacan, como en contravía de la ensoñación platónica, mostrándonos finalmente que, a diferencia de la ética tradicional, en el psicoanálisis no hay Soberano Bien como finalidad.
Pero, ¿De qué se trata en este entre-dos-muertes? Bien que hay toda una referencia a ello en el seminario sobre la ética del psicoanálisis, es algo a lo que hace alusión Lacan en el seminario de la transferencia. Nos dice que fue a partir de la ética sadeana, “siguiendo los caminos insultantes del goce sadeano como les mostré uno de los accesos posibles a la frontera propiamente trágica donde se sitúa el Oberland freudiano”[2]. Al hacer referencia a la frontera propiamente trágica, es imposible no hacer alusión a lo que, según Lacan, se encuentra como límite o dique que hace obstáculo al acceso a la Cosa donde Freud, nos sigue diciendo el autor, “aportó su ultimo testimonio bajo el termino de pulsión de muerte”[3]; dicho dique es la función que cumple en éste límite la belleza o, más bien, lo bello. En su seminario sobre la ética, nos dirá el autor, hay dos funciones que hacen muralla al campo de lo real, a saber: el Bien y lo Bello. Lo bello, como doble función, a la vez de prohibir el campo del deseo, puede conjugarse con él. Lo bello no tiene que ver con los cánones estéticos de las academias artísticas, es más, Bello no puede ser equivalente a la belleza. De hecho, Lacan muestra que no necesariamente nos la tenemos que ver con creadores, sino con la experiencia clínica cotidiana, donde el discurso se presentifica en el registro de la pulsión destructiva. Lo bello, a diferencia del bien, tiene una relación más estrecha con el deseo; relación que en términos de Lacan es ambigua pues por un lado el horizonte del deseo puede ser eliminado del registro de lo bello, pero por otro lado lo bello tiene como función prohibir el deseo[4]. Dicho de otro modo, lo bello a la vez que muestra el campo del deseo en el horizonte, nos pone al tanto de la imposibilidad de cruzar esa barrera. ¿Qué hay pues tras esta barrera, aquello que se podría decir que es el campo del deseo? La siguiente cita alude precisamente a la relación de lo bello con esto, que no puede articularse sino con lo que anteriormente se decía en relación con los caminos insultantes del goce:


“esto no quiere decir que lo bello no pueda conjugarse, en determinado momento,
con el deseo, pero, muy misteriosamente, es siempre en esta forma que no puedo
designar mejor que llamándola con un término que lleva en él la estructura del
cruce de no se qué línea invisible – el ultraje. Parece por lo demás, que la
naturaleza de lo bello es permanecer, como se dice, insensible al ultraje…”

Tenemos pues que hay una intrínseca relación entre el ultraje y lo real, aun indiferenciable entre deseo y goce pero, anudados por aquello que Freud llamó pulsión de muerte. Ahora bien, de lo que se trata es de ubicar a Eros en este punto del entre-dos-muertes. Ante todo suponemos una topología donde lo bello ofrece una función de dique al campo de lo real, aquello que en ese espacio, puedo decirlo ahora, se trata de la segunda muerte.
La idea que trato de desarrollar es que hay algo que relaciona a Eros con lo trágico. La idea surge desde la primera lectura de El Banquete donde Fedro, quien es el padre del tema a discutir, hace primero su referencia a la teología por medio de Hesíodo y Parménides. En un segundo momento, Fedro hace la descripción de la relación entre Erómenos y Erastés; para ello, la literatura de la tragedia le sirve de soporte para ver cómo entre amantes, el uno muere por el otro. Tales son los casos de Alcestes y Aquiles en oposición a Orfeo, quien nada quiere perder y, por ello, desciende al Hades sin morir para recuperar a su amada. Al contrario, Alcestes como encarnación del amor muere por su erómenos poniéndose en el lugar de éste y es Lacan quien nos dice que ella ilustra lo que delimita la zona de la tragedia, a saber: el entre-dos-muertes. De igual manera se presenta Aquiles pero en posición distinta, como aquel que hace sustitución, metáfora, pasando de la posición de erómenos a erastés. Aquiles es aquel que tiene la posibilidad de elegir entre la muerte natural, morir viejo y tranquilo o morir violentamente tras vengar la muerte de su erastés Patroclo. Es esta posición, a mi parecer, lo que delimita ese espacio de las dos muertes. La primera definida como la corrupción del cuerpo, lo inexorable del fin de la vida, la segunda en palabras de Lacan, que se define diciendo que el hombre aspira a su aniquilamiento, tal paráfrasis de la finalidad de todo lo vivo y a lo que aspira lo vivo según Freud, es decir, el retorno a lo inanimado.
Vemos pues que desde su comienzo El Banquete, para hablar de Eros, tiene como primera referencia la tragedia, aquello que está delimitado por el entre-dos-muertes. Por ello hice recurso del epígrafe donde el coro invoca a Eros justo en el momento en que Antígona es llevada, amarrada, a su lecho de muerte, lecho nupcial dice ella. Eros, según el coro, es el responsable de la catástrofe que sufrirá Antígona quien, por no ceder al violentar las leyes de la ciudad, será puesta aún con vida en una tumba.
Antígona, ya lo sabemos, es el ejemplo de Lacan para ilustrar la posición ética. Los dos hermanos de Antígona se han dado mutua muerte en campo de batalla; frente a esto, Creonte, actual rey de Tebas, ha decidido que uno de ellos, Polinice, no recibirá honores y será expuesto a los perros y las aves para que su cuerpo sea devorado. Antígona decide entonces violentar la ley de Creonte y no obedecer más que a la ley divina, la ley que viene de los dioses aun sabiendo las consecuencias de dicho acto. Es importante resaltar esto, pues no es gratuito el llamado que hace el coro a Eros como responsable de la catástrofe de Antígona, sino por varios pasajes de la tragedia donde se refiere a aquel que ose violar la ley es alguien que sólo tiene como deseo la muerte. De igual manera Antígona, en su dialogo con su hermana Ismene, le responde de la siguiente manera: “Yo le daré justa sepultura, y habiendo así obrado bien, será deleitosa la muerte, pues amada yaceré junto a quien me es amado. Y aunque resulte convicta por un delito piadoso; por más tiempo agradará mi obra a los que yacen bajo tierra que a los de aquí, pues mi descanso entre ellos ha de ser eterno”[5]. Podría decirse entonces que es Eros lo que empuja a Antígona a violar la ley simbólica, para atenerse a la ley de lo real, como dice Lacan en el seminario, los dioses pertenecen a lo real. Cabría hacerse la pregunta que dejaré abierta para posterior elaboración: ¿Es Eros aquel mismo deseo de muerte? o ¿Es Eros el deseo que lleva siempre tras de sí lo inexorable de la muerte, aquel deseo que marca el límite con la segunda muerte? No podría responder esta pregunta en un texto tan breve pero tengo la idea desde el discurso de Fedro que hay una relación intrínseca entre Amor y Muerte.
El otro ejemplo nos lo da la filosofía. Sócrates, aquel que representa la figura del analista quien se presenta como ignorante de todo pero sabedor de una sola cosa, a saber, del amor, es otro modelo de aquel que se pone en la posición del límite con la segunda muerte.
La acusación que le hacen a Sócrates se encuentra en su Apología, la cual reza de la siguiente manera: “Sócrates es culpable, porque corrompe a los jóvenes, porque no cree en los dioses del Estado y porque, en lugar de éstos, pone divinidades bajo el nombre de Daimons”[6]. Tanto la Apología como el diálogo del Fedón plantean la relación del filósofo con la muerte que no es en ningún momento la muerte del devenir, aquella que se articula con el nacimiento, la generación y la corrupción. Se trata de la muerte como aquello atravesado por lo simbólico en la tarea del filosofar. Aquel que dice saber todo sobre el amor, su relación con el saber es bastante particular; el oráculo le dice a los hombres que es el más sabio precisamente por ser aquel que reconoce que su sabiduría no es nada. Sin embargo no es esto lo que me interesa en el momento, sino la relación que tiene Sócrates con la muerte. En la Apología, el filosofo se pone en la misma situación que Aquiles, incluso lo evoca, para decir que es mejor inmortalizarse, morir dignamente que renunciar a la tarea a la que le ha sido ordenado por ley divina. En este sentido Sócrates, al igual que Antígona, se somete a la ley de los dioses yendo en contra de la ley humana, sustentando que su tarea ha sido la de filosofar, estudiándose a sí mismo sin abandonarlo por temor a la muerte. Ante esto Sócrates, tanto como Antígona no cede y dice al pueblo de Atenas: “Atenienses, os respeto y os amo; pero obedeceré a Dios antes que a vosotros y, mientras yo viva, no cesaré de filosofar…”[7]
Tenemos pues esa relación que pone en evidencia que el entre-dos-muertes se encuentra delimitado en todas las tragedias. Tanto Aquiles, como Antígona y Sócrates tienen una posición con respecto al amor cuyo fin se encuentra en la muerte. Estos tres personajes van en procura de aquello que desean y saben que lo que hay como fin en esto por lo cual procuran es a la muerte. Empero Lacan dice que Antígona no cede, tampoco cede Sócrates, y lo dice en todas sus letras: “pero la única cosa que me he propuesto toda mi vida en publico y en particular es no ceder ante nadie, sea quien fuere, contra la justicia, ni ante esos mismos tiranos que mis calumniadores quieren convertir en mis discípulos”[8]. Hay que anotar que ante su sentencia de muerte Sócrates no manifiesta la mayor sorpresa, incluso dice que estaba preparado para recibir ese golpe. El filósofo, en el sentido socrático cuenta desde el principio con la muerte, de hecho, si se piensa el hacer una theorein, ello implica hacer un ejercicio de abstracción, salirse del mundo para observarlo, tal como los dioses theos están por fuera del mundo observando a los humanos. –Entonces, ser filósofo es de alguna manera estar por fuera del mundo, estar muerto.
Sin embargo hay algo que a mi parecer diferencia radicalmente a Antígona de Sócrates, aunque el segundo, nos lo dice Lacan, tiene un fin trágico. Está claro que si se tiene en cuenta el amor por el saber en Sócrates, amor por la sabiduría, tras este fondo el final, aquello frente a lo que Sócrates no cede pese a su final que es la muerte; incluso Lacan, en el seminario de la transferencia nos dice que con esto apunta a la naturaleza enigmática de un deseo de muerte, tanto porque tras esa muerte no se sabe qué más hay. A diferencia de Antígona, Sócrates piensa en un más allá de la muerte, la muerte como un transito, lo dice tanto en la Apología como en el Fedón; en este sentido, se trata de la inmortalidad del alma, incluso su evocación a Aquiles tiene que ver con esa inmortalización. El alma, bien que Lacan haga su crítica y diga que pese a que se piense la inmortalidad del alma, el alma no es sin el cuerpo y, en esa dirección, su finalidad es la muerte misma, creo que Platón cree en la inmortalidad, hacerse inmortal con la filosofía. Distinta es la posición de Antígona; ésta, nos dijo en su respuesta a Ismene, que su intención en yacer eternamente amada con quien es amado se trata de aquel deseo que es la segunda muerte donde se apunta al aniquilamiento para inscribirse en los términos del ser, destruirse allí donde se eterniza. Creo, es mi posición, que no es lo mismo eternizarse que hacerse inmortal. Es por esto que pese a la relación, válida en el caso de Sócrates con la muerte, Nietzsche haga una fuerte crítica, y Lacan lo sabe, pues nos dice el pensador dionisiaco que la muerte de la tragedia comienza con Eurípides y se consolida con Sócrates; Sócrates, lo llama Nietzsche, es el asesino de Dionisos; la tragedia muere con la filosofía, así como Lacan ha dicho que todo sistema filosófico es una tentativa para separarse de lo real. Basta, dice Nietzsche, volver a aquellos que han resucitado la sabiduría dionisiaca, hasta el momento del Nacimiento de la Tragedia, Kant, Schopenhauer y Wagner.
Antígona se encuentra más del lado del aniquilamiento, de la inscripción en el ser que es la tendencia hacia la muerte que constituye la ética en el psicoanálisis. Ahora bien, ¿la ética se las ve con lo real del deseo, o lo real del goce? Es una separación para otro momento, por lo menos, en el seminario 7, tras la prohibición del goce de la cosa, queda el deseo; el deseo se inaugura tras la prohibición del incesto, por ello, la ley siempre se articula a un deseo.
Finalmente, bastaría pensar un momento la relación de este Eros entre-dos-muertes con la transferencia. La transferencia, manifestación de Eros en el dispositivo, permite dirigir la cura, en el caso de la ética, no ceder ante el deseo, no ceder ante Eros que como lo pienso hasta el momento vehiculiza la tendencia mortífera del ser humano. El deseo, lo dice Lacan, se entiende en una dialéctica pues ésta se encuentra en una cadena cuyo soporte es la pulsión de muerte, deseo de muerte, que se evidencia en el carácter mortiforme del automatismo de repetición. Tal vez no esté muy lejos de pensar que lo que se juega en el dispositivo del lado de la transferencia tenga que ver con lo que se dirige a esa segunda muerte.

[1] SOFOCLES, Antígona
[2] LACAN jacques, Seminario Libro VIII La Transferencia.
[3] LACAN jacques, Seminario Libro VIII La Transferencia.
[4] LACAN jacques, Seminario Libro VII La Ética del Psicoanálisis. p 287
[5] SOFOCLES, Antígona.
[6] PLATON, Apología de Sócrates.
[7] PLATON, Apología de Sócrates.
[8] Ibid.