spielratte: el juego de la rata, entre identificación y transferencia


Elaborado por: Alejandro Roldán Bernal

“Tía háblame, tengo miedo de estar en un cuarto tan oscuro. La tía contestó: ¿y que te importa que te hable?, de todas maneras no me ves. No es así, respondió el niño, cuando alguien me habla parece que hay luz”

El siguiente escrito tiene el objetivo de ilustrar, por medio de un acercamiento al caso del Hombre de las ratas, las dimensiones de la identificación y la transferencia, articuladas en un juego de constante retorno similar a la situación de las pequeñas ratas que se instalan dentro de una rueda giratoria hasta agotar su energía. Lo he titulado Spielratte, el juego de las ratas, haciendo uso del término en alemán para juego de cartas, articulado al desplazamiento por homofonía con la palabra Ratte, cuya traducción al castellano es rata, significante que marcará la formación del síntoma particular que en este caso se revela.
La investigación que realizo en el momento actual tiene como propósito dar cuenta de la función que la mirada tiene en la identificación del adolescente. En este escrito me permitiré dar cuenta de un concepto central en la investigación, la identificación, tomando como fenómeno lo descrito en el caso del Hombre de las Ratas, caso en el que la mirada-presencia que el padre constituye se deja traslucir desde los primeros momentos del historial, recordándonos lo que Freud comenta en el apartado del Yo y el Super yo ubicado en el escrito de 1923 El Yo y El Ello cuando nos dice en referencia a la identificación que:

“Nos lleva a la génesis del ideal del yo, pues detrás de él se oculta la primera y más importante identificación del individuo, o sea, la identificación con el padre”. (Freud, 1923)

En Freud desde 1893 en su texto Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos, observamos la importancia de la mirada en la formación de síntomas neuróticos cuando nos hace notar en una de sus explicaciones que:

“No en todos los casos es tan trasparente la determinación del síntoma por el trauma psíquico. A menudo, ella sólo consiste en una referencia simbólica, digamos así, entre el ocasionamiento y el síntoma histérico. Esto es particularmente válido para los dolores. Así, una enferma padecía de penetrantes dolores en el entrecejo. La razón era que una vez, de niña, su abuela la escudriñó «penetrándola» con la mirada.” (Freud, 1893)

Esta penetrante mirada la veremos actuar en el caso de la formación obsesiva que nos presenta el Hombre de las ratas en diversas maneras, que van desde el placer de ver, pasando por la formación de sueños, en donde aparece una particularidad ocular: los ojos de la bella como mojones de caca, hasta en la expectativa de ser observado por su padre en situaciones de orden sexual.
El caso publicado para el año de 1909 se instala como paradigma para la comprensión de una afección nerviosa del pensamiento, como lo es la neurosis obsesiva. Desarrollaremos, pues, una descripción sumaria del historial para luego resaltar que la identificación al padre en el paciente es el motor y el esquema de la formación de los síntomas obsesivos expuestos en este caso, tratando de evidenciar el tratamiento realizado por Freud de la transferencia como un proceso de dialectización del padecimiento inscrito en el paciente.
El paciente, un hombre universitario de “inteligencia despejada” llega a la consulta con el antecedente de haberse acercado, tímidamente, a una de las obras de Freud en la que, según comenta, había encontrado la explicación de ciertas asociaciones verbales. Dispuesto a hablar de sus experiencias sexuales desde el inicio, realiza un relato sumario de ciertas vivencias de este mismo orden y de lo que para el momento le aquejaba: temor, impulsos obsesivos y prohibiciones resaltan en lo mencionado por él, todo esto en relación con lo que pudiera pasarles a las dos personas que más quería en el mundo, su madre y la dama de sus pensamientos.
Al inicio se pone en claro la regla principal del tratamiento, comunicar todo lo que se le venga a la mente, por desagradable, disparatado o nimio que pudiera parecer, punto central en donde la dirección de la transferencia en el análisis se inaugura ubicando los lugares del tratamiento. Por un lado se delimita la posición del analista como aquel que soporta un semblante de saber y que dirigirá, desde la regla antes mencionada, los encuentros con el paciente; por otro lado la posición del paciente como aquel que supone un saber en el otro y que se adhiere a dicha regla para, con la dirección del analista, encontrar el camino de la cura y una posición frente a los padecimientos que inundan su mundo.
Luego de este importante momento el paciente relata elementos de su vida personal referentes a la relación que entabla con un amigo, quien se erige como soporte y apoyo en los momentos en que le sobrevienen las ideas de la posible muerte de su padre, que le atormentan. Estas ideas lo acompañan desde la más temprana edad y su formación se da a partir de la emergencia de deseos sexuales, ligados al hecho de poder ver la desnudez de algunas muchachas, planteándose allí una forma particular del placer. Para sofocarlos, se desencadenaban estas ideas como castigo ante la voluptuosidad emergente. Dichas ideas le perturbaban con frecuencia, causándole gran malestar.
El placer visual se erige como motor del deseo obsesivo del sujeto, ante el cual se instala un temor de igual condición que le obliga a renunciar a su satisfacción, convirtiéndolo en un deseo imposible de realizar. Este se enuncia de la siguiente manera: “si tengo el deseo de ver desnuda a una mujer, mi padre morirá”. Son las medidas obsesivas las que se formarán como defensa ante este deseo, procurando alejarlo de las nefastas consecuencias que, a pesar de parecer no tener relación alguna, considera posibles dentro de su supersticioso pensamiento.
Esta mirada deseante, retornará, como lo veremos, como una mirada de reproche y de prohibición dirigida desde la figura paterna.
Una de las particulares creencias del paciente era la idea de que sus padres conocían sus más íntimos pensamientos, pensamientos que ni él mismo podía reconocer. Se ve en esto a la percepción endopsíquica del material reprimido que se proyecta y emerge como una mirada que puede poner en evidencia al sujeto. El historial revela cómo el paciente a lo largo de su cura considera esta posibilidad y la modifica en múltiples situaciones, en las que su padre es el protagonista de esta percepción proyectada.
La situación en la que se encontraba el paciente le permitía identificarse a la situación en que él sospechaba al padre antes de su matrimonio, ubicándose en su lugar pero en la incómoda posición de vacilación ante la de voluntad de su padre, entre la elección de un matrimonio por conveniencia y sus inclinaciones amorosas por una mujer poco adinerada.
Tras el matrimonio por conveniencia se esconde la figura del padre como obstáculo impuesto a su hijo frente a todo placer sexual. En el historial es posible observar que desde muy temprana edad esta figura es constituida o, para decirlo en términos de la fase oral, es incorporada como elemento propio del ideal del yo, como lo habíamos adelantado ya. Esta constelación psíquica puede acercarnos a explicar el contenido y la recurrencia de la idea de la muerte del padre ante la posibilidad de alcanzar el placer sexual.
Esto podemos confirmarlo cuando el paciente realiza su primer coito, momento en el que le sobreviene la idea de que por un placer tan grande valdría la pena asesinar a su padre. Ocurrencia singular, si tenemos en cuenta que para esta época su padre se encontraba ya muerto como padre real, pero superviviente como padre que estructura el mandamiento y la ley tiránicos propios de este caso.
La transgresión, dentro de lo que mencionamos como mandamiento y ley, es un elemento básico para la formación de los síntomas que el paciente presentaba en forma de ideas y conductas exhibicionistas, las cuales presentaba en su pubertad tanto ante algunas mujeres como ante el espejo en los momentos de voluptuosidad que emergían en sus lecturas nocturnas. Exhibicionismo y voyerismo son pues los lugares de ida y retorno de la pulsión en este paciente: al respecto recordemos lo que nos dice Freud en sus Tres ensayos para una teoría sexual acerca de esta pulsión de contemplación:

“Mas de mis investigaciones de los años infantiles, tanto de personas sanas como de neuróticas, debo concluir que la pulsión de contemplación puede surgir en el niño como una manifestación sexual espontánea”. (Freud, 1905)

Dicha espontaneidad, que nos aleja de la idea de una seducción anterior que guiara la pulsión sexual infantil, autoerótica, hacia un objeto sexual exterior, podríamos llamarla curiosidad de ver, pues en ella se busca ver lo que en ciertos lugares se esconde, lo que no se hace evidente, aún más, lo que debe ser ocultado por otros. Allí se encuentra fijado el personaje en cuestión, en quien siempre se despierta, siendo criminal y juez de sus propios actos psíquicos, el deseo de ver en las más extrañas y hostiles situaciones a aquellos a los que en su vida consciente confiesa amar.
Además de ubicar a estas personas como protagonistas de las escenas por él imaginadas. Al paciente, en espera de la entrada de su padre muerto al aposento en donde se encontraba leyendo, le invadía la idea de que lo vería estudiando pero a la vez exhibía su pene ante el espejo, siendo así el protagonista de su propia curiosidad sexual, representando una escena que podríamos seguir hasta la más temprana edad en donde el pudor no se había erigido como dique ante dicha exposición.
La escenificación mencionada articulaba la ambivalencia propia de la formación de compromiso. Satisface lo que su padre esperaba de él (verlo estudiando) y al mismo tiempo lo desafía para con ello alentar su furia. La identificación con el padre se pone en evidencia allí en donde el sujeto incorpora el mandato que lo obliga a estudiar como aquel lo hubiera querido.
La idea de que es una repetición de un momento anterior se encuentra confirmada por el paciente al relatar un acontecimiento sucedido en la más temprana edad, en donde el padre se interpone ante su onanismo infantil, reprendiéndolo físicamente.
El paciente respondió con un acceso violento de cólera, prorrumpiendo en insultos contra su padre; éste, asustado, enuncia la siguiente expresión: “este chico será un gran hombre o un gran criminal”. Sentencia que alentará los altos reproches de su conciencia, al ser incorporada como guía de su desarrollo moral y traducida en sus síntomas con la siguiente fórmula: "seré un gran hombre y a la vez un gran criminal".
Estos elementos consignados en el historial y que reflejan la hostilidad inconsciente hacia la figura paterna, sólo fueron reconocidos por el paciente luego del doloroso trasegar por los caminos de la transferencia, como lo evidenciaban las injurias expresadas hacia el analista directamente o en sueños y en fantasías diurnas.
Como se mencionó al inicio, debemos resaltar la identificación con el padre como elemento determinante para la comprensión de aquellas intensas reacciones desencadenadas por dos situaciones particulares relacionadas con un capitán con el que el paciente había mantenido relación en el ejército. La primera de estas situaciones se desprende de un relato que éste le hace de una práctica de tortura oriental en donde a los ajusticiados les introducían ratas por el ano, mientras que la segunda situación se refería a la deuda que debía cancelar a un teniente que, según el relato del capitán, había pagado el dinero del envío de unos lentes para el paciente. Es allí donde se articula esta identificación al padre con lo que Freud denomina un punto hiperestésico del inconsciente del paciente. Para explicar esta situación trae a cuento el hecho de que el padre del paciente en los años que prestó servicio militar se vio envuelto en una situación que ponía en entredicho su honorabilidad: el padre había perdido en un juego de cartas (Spielratte), una suma de dinero que se le había confiado y que no era de su propiedad. De este "impasse" lo había salvado un amigo suyo que le prestó dinero suficiente para saldar la deuda adquirida. Entonces, en los oídos del hijo resonaban las palabras del capitán sobre su obligación de pagar la deuda adquirida con un teniente del ejército, como si se tratara también de un asunto a realizar para restituir no sólo su honor sino también, y por sobre todo, el de su padre. De esta manera entre los dos acontecimientos se teje un desplazamiento por la homofonía de la palabra alemana para juego de cartas (spielratte) y la palabra rata (ratte) propia de la tortura relatada por el capitán, como en el inicio lo comentábamos.
Las ratas adquirieron así el sentido del dinero. Más adelante las ratas significaran los deseos sexuales reprimidos por el paciente que requieren singulares castigos.
Sobre la base de este breve recorrido por uno de los casos más importantes consignados en la obra de Freud, nos atrevemos a decir que la mirada como presencia, es decir, no como función ocular sino como aquello que hace que haya luz en la oscuridad, para utilizar la expresión del niño citada en el epígrafe, y la identificación como “la manifestación más temprana de un enlace afectivo a otra persona” (Freud, 1921), son elementos tan próximos el uno del otro en este paciente que podríamos concluir que de alguna manera lo incorporado, lo identificado, es la mirada del padre que se constituye como ese ideal que soporta la función de percepción endopsíquica de los deseos que habitan en el sujeto.
En este caso, la transferencia entendida como la imposición sobre el médico de mociones de afecto cariñosas y hostiles que no se fundan en el vínculo real con él, es dirigida por Freud de tal manera que permite disolver el delirio de las ratas en el paciente. Con este fin Freud le aclara constantemente su lugar, no el lugar en donde quería ponerlo como capitán cruel o como padre golpeador, sino como su médico, como su analista, que no tenía tendencia alguna a la crueldad ni el cometido de atormentarlo.
Para finalizar debemos decir, parafraseando algunas ideas de Freud, que el juego de las ratas, significante alrededor del cual giraban dinero, niños, matrimonio entre otros, estaba fundado en la identificación al padre y era formador de ese nódulo hiperestésico inconsciente en el paciente, y sólo pudo solucionarse y trasportarse a otros productos psíquicos por las elevadas temperaturas de la vivencia y tratamiento hecho de la transferencia.

Imágen: Autoretrato El hombre de las ratas

Bibliografía:

Freud, S. (1909). Analisis de un caso de neurosis obsesiva (Caso el Hombre de las Ratas). Madrid: Bibioteca Nueva.
Freud, S. (1923). EL Yo y EL Ello. Madrid: Biblioteca Nueva.
Freud, S. (1921). Psicología de las masas y analisis del yo. Madrid: Biblioteca Nueva.
Freud, S. (1893). Sobre el mecanismo psiquico de los fenómenos histéricos. Madrid : Biblioteca Nueva.
Freud, S. (1905). Tres ensayos para una teoría sexual. Madrid: Biblioteca Nueva.

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