El Inconsciente y el Otro

Por: Jorge Iván Jaramillo Zapata

El siguiente escrito tiene como punto de partida la afirmación de que el sujeto en tanto neurótico o psicótico “depende de lo que tiene lugar en el Otro”[1]. La pregunta es entonces por lo que éste Otro significa para la teoría psicoanalítica. Este escrito emerge de la conceptualización que se había hecho a partir de la noción del Yo para la filosofía cartesiana y la concepción psicoanalítica del yo.

En el Seminario II, Lacan considera una distinción entre dos otros. En primer lugar está el otro (a) y el Otro (A). Dicha distinción expuesta en el capitulo Introducción al gran Otro, establece una diferencia en tanto que el primero se refiere al otro como imagen del yo, mientras que el segundo se encuentra en la función de la palabra[2].

A partir de dicha distinción, Lacan se separa de los teóricos de la psicología del yo, los cuales, para él, tienen como objetivo del análisis una realización imaginaria del sujeto, en tanto le dan más importancia al yo quien solo se relaciona con otros desde el plano imaginario; diciendo así Lacan que el sujeto y el yo se confunden.

El otro es entonces el mismo yo debido a que el otro es imagen de él. Por lo tanto el yo como construcción imaginaria se relaciona con otros a nivel de la imagen. Dice Lacan: “en la medida en que el sujeto los pone en relación con su propia imagen, aquellos a quienes les habla también son aquellos con quienes se identifica”[3]

Sin embargo estos objetos con quienes el sujeto se relaciona imaginariamente están nombrados en un sistema organizado que se encuentra en el muro del lenguaje. ¿Dónde se encuentran pues los otros como verdaderos sujetos? – precisamente en el lado del lenguaje, del inconsciente, esto es lo que diferencia al sujeto del analista. El analista se dirige a Otros, verdaderos sujetos, “que son lo que no conocemos”[4].

Es el Otro el que fundamenta la palabra, el que hace remitirnos al otro objetivado, como imagen especular. No obstante, el muro del lenguaje separa al sujeto de este gran Otro, arrebatándole al sujeto, o más bien, separando su discurso de su saber, de ahí que el sujeto no sepa lo que dice.

Si es el Otro el que fundamenta la palabra, es entonces este el sustento de que el sujeto depende de lo que tiene lugar en el Otro, que es lo que afirma Lacan en el tratamiento posible de la psicosis. El Otro para Lacan es la fuente de los sueños, los síntomas, las fantasías, los lapsus; en términos reducidos las formaciones del inconsciente formuladas por Freud.

Frente a esta formulación dice Lacan: “por lo demás si nos quedara una duda, Freud nombró el lugar del inconsciente con un término que le había impresionado en Fechner (…): ein andere Schauplatz, otro escenario; lo repite veinte veces en sus obras inaugurales”[5]. Vemos así que Freud en el capitulo VII de La Interpretación de los sueños lo dice de la siguiente forma:

“entre todas las observaciones que sobre la teoría de los sueños nos ofrecen las obras de los autores ajenos al psicoanálisis hallamos una muy digna de atención. En su obra Psicofísica (tomo II, Pág. 526) influye el gran G. Th. Fechner la hipótesis de que la escena en la que los sueños se desarrollan es distinta de aquella en la que se desenvuelve la vida de representación despierta, y añade que sólo esta hipótesis puede hacernos comprender las singularidades de la vida onírica”[6].

Esto lleva a Freud a pensar en una localidad psíquica, hipótesis que desarrolla cuidadosamente de la siguiente manera: inicialmente trata de construir el aparato anímico en forma anatómica. Representa entonces el aparato anímico como un instrumento compuesto de sistemas; partiendo que la actividad psíquica parte de estímulos internos y externos y termina en inervaciones, Freud nombra dos extremos: por un lado el extremo sensible que es el sistema que recibe las percepciones, y por otro lado el extremo motor el cual se encarga de la motilidad. El proceso psíquico, según Freud, se desarrolla en general pasando desde el extremo de percepción hasta el extremo de motilidad[7]. La hipótesis siguiente es que el aparato psíquico esta construido como un aparato reflector y que el modelo de las funciones psíquicas se dan por medio del proceso de reflexión.

Con esto anterior, Freud se dispone a describir el funcionamiento del aparato psíquico de esta manera: “las percepciones que llegan hasta nosotros dejan en nuestro aparato psíquico una huella a la que podemos dar el nombre de huella mnémica (Erinnerungsspur)”[8]. Esta huella mnémica cumple la función de la memoria. Para Freud, la huella mnémica consiste en modificaciones permanentes de los elementos del sistema. La hipótesis a continuación es que los estímulos de percepción no poseen memoria y, por ende, los recibe un sistema anterior del aparato; detrás de este sistema se encuentra el que transforma la excitación en huellas duraderas. Las percepciones que llegan al sistema de percepción se encuentran enlazadas entre sí en la memoria, esto es lo que Freud llama asociación y son los sistemas mnémicos los que conservan la asociación, ya que el sistema de percepción carece de memoria como se dijo anteriormente. Esto lleva a Freud a afirmar que el sistema de percepción nos aporta las cualidades sensibles, mientras que los recuerdos, es decir, los sistemas mnémicos, pertenecen a un sistema posterior; son de carácter inconsciente pero susceptibles de emerger en la consciencia.

Se encuentra pues situado en el extremo motor el sistema preconsciente, en el cual los procesos de excitación pueden ser directamente conscientes, además de ser el sistema encargado de la motilidad voluntaria. Por otro lado, anterior al sistema preconsciente, se encuentra el sistema inconsciente. Dice Freud al respecto: “al sistema que se encuentra detrás de él (Sist. prec) le damos el nombre de inconsciente porque no comunica con la consciencia sino a través de lo preconsciente, sistema que impone al proceso de excitación, a manera de peaje, determinadas transformaciones”[9]. El peaje que nombra Freud en esta afirmación es la censura, la cual es la que determina lo que puede acceder a la consciencia; esto se retomará mas adelante para sustentar la tesis sobre el desplazamiento y la condensación. Por ahora Freud consigue sustentar que la localidad psíquica del sueño, el otro escenario, es el inconsciente; así el inconsciente es el punto de partida para la formación de los sueños[10].

Es a partir de este descubrimiento freudiano que Lacan introduce la dimensión de la Otra-cosa, ese lugar donde el deseo, el hastío, el enclaustramiento, la rebeldía, la oración dan testimonio de su existencia. Ese lugar que Lacan llama –invocando a Baudelaire- el paraíso de los amores infantiles[11], diciéndolo en otras palabras lo reprimido freudiano, ya que para Freud el sueño, además de representar una realización de deseos de lo inconsciente, plantea que el deseo representado en el sueño tiene que ser un deseo infantil[12].

Dentro de las investigaciones de Freud en la interpretación de los sueños, se encuentra el proceso de elaboración onírica. Una de sus preocupaciones era descubrir dentro de dicha elaboración, la respuesta al olvido de los sueños. Es importante esto para Freud porque dentro de la experiencia clínica los sueños aparecen fragmentados, y que dichos fragmentos del sueño pueden ser engañosos. Al respecto dice Freud: “las modificaciones del sueño […] se hallan enlazadas con el contenido, al que sustituyen, y sirven para mostrarnos el camino que conduce a este contenido, el cual puede ser a su vez, sustitución de otro”[13]. A este respecto el olvido de los sueños y la sustitución de elementos oníricos por otros es un efecto de la censura de la resistencia la cual hace que el sujeto sustituya una expresión delatora por otra más lejana. La resistencia juega aquí un papel importante ya que la resistencia según Freud es todo lo que irrumpe el proceso de la labor analítica; resistencia que a su vez no se agota pese a los desplazamientos y sustituciones[14].

Hay un ejemplo claro sobre el olvido de los sueños que Freud expone; refiriéndose a un libro de Schiller, dice: it is from…; pero enseguida rectifica diciendo: it is by. Aquí Freud muestra un recuerdo que plantea ese error de expresión cometido en el sueño: “a los diecinueve años hice mi primer viaje a Inglaterra, y me hallaba un día a la orilla del Irish Sea, dedicado a la pesca de los animales marinos que la marea iba dejando al bajar sobre la playa, cuando en el momento en que recogía una estrella de mar (hollthurn y holoturias son de los primeros elementos manifiestos de mi sueño) se me acercó una niña y me preguntó: is it a starfish? Is it alive?... yo respondí: yes; he is alive; pero dándome cuenta de mi error, rectifiqué enseguida”[15]. Hay en este lugar una sustitución de la falta gramatical. Dice Freud al respecto que la palabra adecuada para “el libro de Schiller” es la preposición from, la sustitución se da por la similicadencia de este término con el adjetivo alemán form (piadoso) los cuales hacen posible un compendio o síntesis de representaciones; en términos freudianos una condensación.

En fin, la tesis de este apartado, es que es la resistencia, producida por la represión, la responsable del olvido del sueño, la cual debe ser vencida para que surja el recuerdo. No obstante, este olvido de los sueños es equivalente al olvido que recae sobre los demás actos psíquicos. Freud reconoce que el hecho que los sueños aparezcan durante la noche es debido a que la resistencia ha perdido parte de su poder que tiene en la vigilia, aunque no desaparece por completo ya que las ideas manifiestas disfrazadas en el sueño son producto de la misma.

Es la censura la que hace posible el desplazamiento de una representación a otra que pueda a probar su acceso a la consciencia, distintamente al papel que juega la censura en los delirios psicóticos los cuales para Freud “son la obra de una censura que no se toma el trabajo de ocultar su actuación y que, en lugar de prestar su colaboración a una transformación que no tropiece ya con objeciones de ningún género, tacha sin consideraciones aquello que no le agrada, con lo cual queda lo restante falto de toda coherencia. Esta censura se conduce del mismo modo que la ejercida sobre la prensa extranjera en la frontera rusa, censura que no deja llegar a los lectores sino periódicos mutilados y surcados de negros tachones”[16]. De esta forma la censura en la neurosis juega un papel que permite al sujeto el desplazamiento y la condensación para que los elementos inconscientes devengan conscientes de una forma disfrazada, mientras que en la psicosis, esto no es posible.

La asociación entre representaciones que emergen a la consciencia, es decir, que aparezcan ligadas unas con otras, es por los lazos de lo que Freud llama “asociaciones superficiales”[17], las cuales son la asonancia, el equívoco verbal, o la coincidencia temporal sin relación interior de sentido, son aquellas asociaciones que se emplean en el chiste y en el juego de palabras. Dichas asociaciones son las que llevan al sujeto desde el contenido manifiesto y los elementos colaterales a las verdaderas ideas latentes[18], es decir, las representaciones inconscientes.

Es la censura la que constituye la base del predominio de las asociaciones superficiales las cuales sustituyen las asociaciones profundas, ya que la censura crea un obstáculo para la emergencia de la representación a la consciencia., así la censura se dirige contra la conexión entre dos ideas, las cuales frente a dicho obstáculo se separan haciéndose conscientes quedando oculta la conexión, o la censura obra sobre ambas ideas, así que ambas se sustituyen para devenir conscientes, enlazándose bajo una asociación superficial para reproducir las asociaciones profundas. Según Freud, “bajo la presión de la censura ha tenido efecto en ambos casos un desplazamiento desde una asociación normal a otra superficial y aparentemente absurda”[19].

En cuanto a la condensación, Freud plantea que el sueño lleva a cabo una total transmutación de todos los valores psíquicos, despojando de su intensidad a unas representaciones para transferirlas a otras. Según esto, la condensación onírica es posterior a la regresión. Anteriormente se explicaba el procedimiento de Freud para sustentar la localidad psíquica. Así lo que es inconsciente debe sobrepasar la censura para devenir consciente a través de lo preconsciente. La hipótesis de Freud es que si el acceso de las ideas latentes a la conciencia dependiera de la pérdida de poder de la resistencia, esto mostraría otro elemento en la investigación freudiana que es el carácter alucinatorio del sueño.

Para Freud en el sueño alucinatorio la excitación toma un camino regresivo; en lugar de avanzar hacia el extremo motor, se propaga hacia el extremo sensible, llegando al sistema de las percepciones[20]. Se llama entonces sueño alucinatorio, porque el retroceso al sistema de percepciones, es decir la regresión, es la transformación de ideas en imágenes, ideas que se encuentran conectadas con recuerdos inconscientes, así como sucede en la histeria y en la psicosis. El sueño es pensado entonces en imágenes que son predominantemente visuales; se sustituye el pensamiento por la alucinación, en este sentido, la regresión no es más que la transformación de la representación en una imagen sensible. Dicha regresión cumple un papel no menos importante en los síntomas neuróticos. Freud distingue tres tipos de regresión: la regresión tópica, en el sentido de los sistemas que constituyen el aparato anímico; la regresión temporal, en cuanto se trata de un retorno a formaciones psíquicas anteriores; y la regresión formal, cuando las formas de expresión y representación acostumbradas quedan sustituidas por formas correspondientes primitivas. Pese a esta distinción, Freud aclara que dichos tipos de regresión son el fondo lo mismo, pues lo más antiguo es también lo primitivo en el orden formal, y lo mas cercano en la tópica psíquica al extremo de la percepción.

Freud argumenta posteriormente en Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños[21] que la regresión es la tercera fase de la formación del sueño y dicha regresión es tópica, es decir, el proceso urdido dentro del sistema Prcc y reforzado por el Icc toma un camino retrocedente a través del inconsciente hasta llegar a la percepción que se impone a la consciencia. La diferencia fundamental entre la elaboración onírica y la esquizofrenia, es que en la segunda las palabras en que se expresa el pensamiento preconsciente pasan a ser el objeto de elaboración, mientras que en el sueño, son las representaciones de cosas a las que las palabras fueron reconducidas; en el sueño entonces hay una regresión tópica, mientras que en la psicosis no. En esta última, no hay comercio entre las investiduras de palabra que se encuentran en el sistema Prcc y las investiduras de cosa en el sistema Icc, diferente a lo que pasa en el sueño y en la neurosis[22].

Las ideas latentes nombradas hace un momento, son los sucesos infantiles. Los deseos del sueño son derivados de su contenido, de ahí que Freud diga que el deseo representado en el sueño tiene que ser un deseo infantil[23]. La regresión es pues en este sentido la consecuencia de la atracción del recuerdo, representado visualmente. Dicha regresión finalmente es producto de la resistencia, al igual que el desplazamiento y la condensación.

A partir de esto Lacan nombra al inconsciente estructurado como un lenguaje. La sintaxis freudiana del desplazamiento y la condensación, son en la obra de Lacan las vertientes del campo efectivo que constituyen el significante, para que el sentido tome allí su lugar. Es en las dos dimensiones de la cadena de significante donde debe leerse el paso de la fórmula de Jakobson (metáfora y metonimia {selección y combinación} son los dos ejes del lenguaje), es decir, las dos fórmulas de Lacan: la condensación es una metáfora donde se dice como sujeto el sentido reprimido de su deseo, y: el desplazamiento es una metonimia donde se marca aquello que constituye el deseo, deseo de otra cosa que siempre falta[24].

A continuación se hará referencia a lo sustentado por Lacan en el escrito La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud, con referencia a la metonimia y la metáfora. Según Lacan la metonimia se apoya palabra a palabra en el significante; mientras que la metáfora es toda conjunción de dos significantes, en este sentido, la sustitución de un significante por otro, en palabras de Lacan lo siguiente: “la chispa creadora de la metáfora no brota por poner en presencia dos imágenes, es decir dos significantes igualmente actualizados. Brota entre dos significantes de los cuales uno se ha sustituido al otro tomando su lugar en la cadena de significante, mientras el significante oculto sigue presente por su conexión (metonímica) con el resto de la cadena[25]. A partir de esto, Lacan realiza un retorno a Freud en la interpretación de los sueños para articular los conceptos de metáfora y metonimia a la sintaxis freudiana. Así las dos vertientes de la incidencia del significante se encuentran en Freud de la siguiente manera en términos de Lacan: “la Verdichtung, condensación, es la estructura de sobreimposición de los significantes donde toma su campo la metáfora, y cuyo nombre, por condensar en sí mismo la Dichtung, indica la connaturalidad del mecanismo a la poesía, hasta el punto de que envuelve la función propiamente tradicional de ésta… La Verschiebung, o desplazamiento, es, más cerca del término alemán, ese viraje de la significación que la metonimia demuestra y que, desde su aparición en Freud, se presenta como el medio del inconsciente más apropiado para burlar a la censura”[26].

Tenemos entonces un boceto de lo que Freud nombra como el otro escenario donde se da lugar a la formación del sueño, articulándolo con lo que Lacan nombra como el Otro, aquello donde lo que tiene lugar constituye al sujeto, podría decirse, es allí donde el sujeto es localizado.

Damos entonces la palabra a Freud quien concluye el capitulo VII de la interpretación de los sueños de esta forma: “una vez que hemos conducido a los deseos inconscientes a su última y más verdadera expresión, vemos que la realidad psíquica es una forma especial de existencia que no debe ser confundida con la realidad material”[27], o como dice Lacan en el sueño de la inyección de Irma, citado en el Seminario II: “es mi inconsciente, esa palabra que habla en mí, más allá de mí”[28].

[1] Lacan, Jacques, De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, Escritos II, p. 234
[2] Lacan, Jacques, Introducción al gran Otro, Seminario II, p. 335
[3] Ibíd., p. 366
[4] Ibíd., p. 367
[5] Lacan, Jacques, De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, Escritos II, p. 234
[6] Freud, Sigmund, La interpretación de los sueños, Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, Cap. VII, p. 672
[7] Ibíd., p. 673
[8] Ibíd.
[9] Ibíd., p. 675
[10] Ibíd.
[11] Lacan, Jacques, De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, Escritos II, p. 234
[12] Freud, Sigmund, La interpretación de los sueños, Obras completas, Ed. Biblioteca Nueva, Cap VII, p.682
[13] Ibíd., p.659
[14] Ibíd., p.660
[15] Ibíd., p. 662
[16] Ibíd., p. 668
[17] Ibíd.
[18] Ibíd.
[19] Ibíd.
[20] Ibíd., p. 675
[21] Freud, Sigmund, Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños, Obras completas, Tomo 14, Ed Amorrortu, Argentina, 1979, p. 226
[22] Ibíd., p. 228
[23]Freud, Sigmund, La interpretación de los sueños, Obras completas, Ed. Biblioteca Nueva, Cap. VII, p. 682
[24] Ducrot, Oswald; Todorov, Tzvetan, La Primacía del Significante, Diccionario Enciclopédico de las Ciencias del Lenguaje, Ed Siglo XXI, México, 1974
[25] Lacan, Jacques, La instancia de la letra, Escritos I, p. 192
[26] Íbid., p. 196
[27] Freud, Sigmund, La interpretación de los sueños, Obras completas, Ed. Biblioteca Nueva, Cap VII, p. 720
[28] Lacan, Jacques, El sueño de la inyección de Irma, Seminario II, p.259

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