Microliteraltura 3

En esta tercera serie presentamos un conjunto de los llamados “articuentos” del escritor español, Juan José (Juanjo) Millás (1945 -) quien además se ha desempeñado como marionetista, profesor y articulista. Con sus articuentos -relatos a medio camino entre el cuento y el artículo de opinión periodístico- publicados en el importante diario español “El País”- este autor ofrece una visión crítica de la realidad sirviéndose del humor, la paradoja y la ironía. El lector puede encontrar una basta compilación de este género en:

MILLÁS, Juan José (2001) Articuentos, editorial Alba, Madrid, 2001, 292 p.


35. El diván

Si un día me animara a escribir una historia de los objetos, dedicaría un capítulo al diván, que fue el precursor del psicoanálisis. Hasta el descubrimiento del inconsciente, no se sabía muy bien para qué podía servir un mueble tan raro. Quizá Freud lo vio de pequeño en una tienda, acompañando a su madre a comprar una cama turca, y esa visión terrible de un mueble sin función determinó su vida. De hecho, no paró hasta que le encontró una utilidad que se plegara a sus formas: la del análisis. Personalmente puedo asegurar que si no me hubiera psicoanalizado, no habría tenido la oportunidad de usar nunca un diván, que no es un bicho doméstico, pues para permanecer sentado resulta incómodo y para estar acostado insuficiente.No le den más vueltas. El inventor del diván era un poeta que se anticipó en varios siglos al descubrimiento del psicoanálisis. Los poetas tienen intuiciones de este tipo. De todos modos, hay unos divanes más austeros que otros. El de mi analista, aunque bueno para la espalda, era terrible para los sentimientos porque tenía algo de catafalco o de mesa de autopsias. Siempre pensé que se lo había hecho un amigo aficionado al bricolaje, lo que no me parecía mal. La deconstrucción personal que se lleva a cabo en una sesión tiene mucho que ver con la terapia manual, sobre todo a la hora de ocultar las piezas que sobran cuando empiezas a montarte de nuevo.Después de que me diera de alta, intenté comprarle el diván a mi analista, para continuar practicando en casa, por mi cuenta. Ella lo interpretó como una resistencia a desprenderme de las menudencias anímicas que se me habían caído en la tapicería del mueble, como las monedas que se salen de los bolsillos cuando uno se sienta en los sofás y aparecen entre sus cojines meses más tarde. El caso es que no me lo vendió y ahora a veces meto la mano en los bolsillos psíquicos, buscando una manía para defenderme de algo que me duele y no encuentro ninguna porque se quedaron todas en el diván, como la calderilla del alma. ¡Qué loco, el inventor de ese trasto!


36. Lo real

Una chica estadounidense se tomó por juego una Viagra y tuvo una erección fantasmal. Pese a que los médicos han advertido que cuando el miembro permanece en tensión más de cuatro horas seguidas hay que acudir a un servicio de urgencias para evitar daños irreparables en el tejido de la uretra, la joven no fue al hospital hasta el tercer día, presa ya de unos dolores insoportable en el pene hipotético aparecido tras la ingestión de la pastilla eréctil. Dado que los facultativos no sabían cómo detener aquella erección inexistente, pasaron todavía unas horas preciosas antes de que al jefe de urología se le ocurriera proponer a la chica una eyaculación fantasmal para acabar con aquel caso de priapismo extravagante.Los padres, que eran mormones, se opusieron a que la joven se masturbara, pues además de no estar de acuerdo con el onanismo en general, les parecía que éste podría ser más condenable si se practicaba con un miembro ilusorio. Un médico muy culto que había ese día de guardia intentó explicarles que el miembro masculino objeto de la masturbación es siempre imaginario, aun cuando se pueda tocar. Pero no hubo forma de sacar a los padres de sus trece y el hospital tuvo que conseguir una autorización del juez para proceder a la descarga imaginaria, en el caso de que haya alguna que no lo sea, cesando de inmediato los dolores de la joven y desapareciendo al instante el miembro falso, si hay alguno verdadero.La noticia es que han congelado el semen quimérico obtenido de la eyaculación irreal y ahora pretenden fecundar con él un óvulo aparente para obtener un embrión fantasma. Si los fundamentos teóricos no fallan, podrían conseguir un individuo invisible. A mí, personalmente, me parece que eso no tiene ningún mérito. Lo novedoso a estas alturas sería fecundar a alguien real.


37. La cosa

De pequeño tuve una caja de zapatos que llegó a ser mi juguete preferido, entre otras cosas porque no tenía otro. Pero envejeció más deprisa que los zapatos que había llevado dentro, de manera que a mi caja se le cayó un día la primera a y se quedó en una cja, que así, a primera vista, parece un juguete yugoslavo. Busqué entre las herramientas de mi padre una a de repuesto, pero no había ninguna y tuve que sustituirla por una o. De este modo, sin transición, tuve que olvidar la caja para hacerme cargo de una coja, lo que es tan duro como pasar directamente de la niñez a los asuntos. Jugué mucho con aquella coja, todavía la recuerdo, pero se fue haciendo mayor también y un día se le cayó la jota. Hay quien piensa que las vocales se estropean antes que las consonantes, pero yo creo que vienen a durar más o menos lo mismo. El caso es que tampoco encontré entre los tornillos de mi padre una jota en buen uso, así que la sustituí por una pe que estaba prácticamente sin estrenar. La coloqué en el lugar de la jota y me salió una copa estupenda, con la que he bebido de todo hasta ayer mismo, que se me cayó al suelo y se rompió. A decir verdad, se rompió justamente por la pe, y como es muy antigua no he encontrado en ninguna ferretería una igual. Ayer fui a casa de mis padres, y después de mucho rebuscar en el trastero di con una ese que no desentona con el conjunto. O sea, que ahora tengo una cosa, pero no sé qué hacer con ella. La caja, la coja y la copa eran muy útiles para guardar secretos, jugar o emborracharse. Pero la cosa me da miedo; además, la escondí en el bolsillo interior de la chaqueta, de manera que desde ayer tengo una cosa aquí, en el pecho, que me llena de angustia. Lo peor de todo es que, como no sé qué es, tampoco sé cómo se rompe. Qué vida, ¿no?


38. La verdad

Se despertó de madrugada y permaneció encogido entre las sábanas, sin decidirse a poner la radio por miedo a despertar a su mujer. Finalmente, los nervios le empujaron a la de la cocina, donde sintonizó un programa de noticias por el que se enteró de que un tornado había causado grandes destrozos en Miami. No se dijo que él estuviera implicado, pero tampoco lo contrario, así que regresó a la cama algo nervioso y concilió un sueño breve, lleno de grumos, antes de que sonara el despertador. Durante el desayuno, su mujer le preguntó si volvía a dolerle la espalda o tenía alguna preocupación. Él negó con la cabeza mientras escuchaba la primera tertulia de la mañana por si salía su nombre a relucir. Ya en la oficina, leyó atentamente el periódico disimulado entre las piernas, sin verse citado en ningún sitio. No obstante, a las once fue al cuarto de baño y con el móvil que le habían regalado el día del Padre telefoneó a la secretaria de Gómez de Liaño para preguntar si el juez estaba interesado en interrogarle. Le dijeron que no. "¿Puedo salir de España entonces?", insistió al tiempo que cortaban bruscamente la comunicación al otro lado. Regresó al despacho con gesto huidizo y confesó a su compañero de mesa que tenía miedo de que su nombre figurara entre los 200 expedientes de la supuesta amnistía fiscal. "Pero ¿cuánto dinero ganas?" "No sé, entre mi mujer y yo no llega a tres millones y medio al año." Su compañero le mandó a la mierda y eso fue todo. Por la tarde, al volver a casa, preguntó si había llegado alguna notificación del juzgado de guardia o si alguien les había amenazado por teléfono, pero no, todo estaba en orden. Antes de acostarse, mientras se cepillaba los dientes, se contempló en el espejo enfrentándose al fin a la verdad. "Dios mío -se dijo-, no soy nadie."


39. El origen de la vida

Se van acumulando poco a poco indicios de que el origen de la vida es extraterrestre. Ya lo sabíamos, pero las pruebas recién aportadas por Jeffrey Bada en la reunión de la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias ha dejado a más de uno un poco estupefacto.Digo que ya lo sabíamos porque si fuéramos de este planeta no nos sentiríamos tan extranjeros en él. La verdad es que nunca nos hemos encontrado a gusto aquí; es cierto que nos maravillan los amaneceres africanos y las puestas de sol sobre el mar de Grecia, y que nos quedamos con la boca abierta frente a excesos como las cataratas del Niágara, pero también es verdad que hay un momento de la tarde, cuando el sol está a punto de caer, pero no cae, en que sentimos en el pecho una opresión algo angustiosa. Y también que al mirar algunas montañas, vemos planear sobre ellas la sombra de un pensamiento oscuro, de una amenaza. Nos gusta el mundo, en fin, porque está lleno de cosas raras, como las piedras y los árboles y los océanos, pero nunca nos hemos encontrado en él como en casa.Además de eso, la confirmación de que procedemos de algún remoto lugar de este o de otro universo, no se sabe, plantea también algunas cuestiones sobre el cuerpo. Con el cuerpo pasa lo mismo que con el mundo, que, aun pareciéndonos admirable, no acabamos de encontrarnos a gusto en él. Es como un traje que nos viene demasiado grande o demasiado pequeño, según. Y es que el cuerpo, seguramente, tuvimos que adquirirlo al llegar a la Tierra, porque es que aquí no se puede vivir sin cuerpo. Pero no nos gusta, la verdad; además produce muchos sinsabores. O sea, que a lo mejor lo del alma no es un invento, sino el recuerdo de lo que fuimos en ese otro mundo del que procedemos y al que anhelamos volver.Desde que leí la noticia, me duermo pensando en ese lugar mítico en el que vivíamos sin cuerpo y sin las servidumbres a que nos somete, pero me hago cargo de que en este planeta sin cuerpo no vas a ningún sitio: lo importante es saber que se trata de una prótesis.


40. Vivir intensamente

Uno de los mitos más dañinos para la juventud es el de "vivir intensamente". Por vivir intensamente suele entenderse pasar mucho tiempo en la calle e ir de un lado a otro bebiendo cosas que dan ardor de estómago. En mi juventud también fuimos víctimas de la necesidad de vivir intensamente. "Vive deprisa, muere joven y haz un cadáver bonito", rezaba un eslogan de la época. El problema es que vivir deprisa no garantiza morirse antes. La mayoría de la gente que vivía deprisa continúa viva, pero con úlcera de estómago o piedras en el riñón. Además no quieren ni oír hablar de la muerte. Vivir intensamente no significa nada. En todo caso no significa, como creen algunos, tomar muchos aviones. Durante una época me bajaba de un avión y me subía en otro y era la vida menos intensa que cabía imaginar. La intensidad llegaba cuando menos la esperabas y en los lugares más sorprendentes. Un día bajando las escaleras de un ministerio me crucé con un individuo cuya mirada no he logrado olvidar. Se detuvo delante de mí y estuvo unos segundos observándome. Aquello fue muy intenso, aunque no sé por qué.Los sucesos más importantes de la vida son absurdos. El sentido es un adminúsculo digno de un "todo a cien". Las personas que presumiblemente han vivido de forma intensa te cuentan sus correrías a modo de historia. Quiere decirse que han necesitado hacer una reconstrucción que dota de coherencia a lo incoherente. Las mejores conquistas sexuales, por citar un campo que todo el mundo suele considerar excitante, son siempre casuales. Es el recuerdo lo que lo convierte en una novela. Los profesores aseguran que los jóvenes no comprenden los procesos históricos, pero quién los comprende. La historia de la humanidad no tiene ni pies ni cabeza, de modo que lo raro es comprenderlos.Escribimos y leemos novelas porque nos vuelve locos aquello de lo que carecemos: el sentido. La vida es lo contrario de una novela: le sobran casi todas las páginas y si hay alguna imprescindible no sabemos cuál es. Aceptar la falta de sentido: eso es vivir intensamente.


41. La piedra de Sísifo

Cuando todos los bancos se hayan fusionado y no haya más que un banco, cuando todos los hipermercados sean un solo hipermercado verdadero, cuando el mundo haya devenido al fin en una gran superficie con un solo periódico y un solo Estado y un acontecimiento único (ya decidiremos cuál más tarde), necesitaremos también un idioma universal, y ahí es donde aparece el esperanto, mal llamado inglés por las escuelas de idiomas que te lo enseñan en diez meses. En diez meses sólo se aprende el esperanto, que es una lengua construida pieza a pieza como el motor de un coche. Pero no nos pongamos exigentes. Cuando todas las academias de la lengua se fundan entre sí y no haya más que una, como debe ser, ya decidirá su único académico si lo que hablamos es inglés o esperanto. Lo importante no es el nombre de las cosas, sino que sólo haya una de cada, es decir, un pensamiento único y una neurona única para que no nos demos cuenta de que los que se fusionan por la tarde acaparando todo el alfabeto para las empresas resultantes (BBVA pongamos por caso) son los mismos que dan vivas por la mañana a la competencia y al libre comercio. En qué quedamos.En todo caso, lo mejor vendrá después de todo esto. Y es que una vez que tengamos un idioma universal, un esperanto (llamémosle inglés si ustedes quieren) lo lógico es que nos pongamos a construir una torre única, una torre que llegue hasta el cielo para ser como Dios, a quien tan bien le salió su propio proceso de fusiones. Acuérdense, si no, de la cantidad de dioses que había en Grecia y en Roma, y de lo mal que acabaron llevándose unos con otros, hasta que decidieron fusionarse, en fin, abaratando costes y creando sinergias y generando economías de escala. Pues bien, empezaremos la torre, la torre única, la torre de Babel, y Dios nos confundirá de nuevo con la invención de los idiomas, y nos dispersaremos una vez más y empezaremos de nuevo la cultura. La cosa es dar vueltas, como Sísifo con su piedra. Lo que hay que procurar es que haya una sola piedra sobre la que edificar la nueva Iglesia. Viva el eterno retorno.


42. La peste experta

Si usted es un padre consciente de la importancia de las nuevas tecnologías y ha decidido regalar a sus hijos por Navidades un ordenador, no se le ocurra consultar a un cuñado experto en el tema, o a un sobrino licenciado en Informática. Ni siquiera se deje aconsejar por el vendedor. Entre en la tienda con un gesto decidido, coja el que más rabia le dé, con tal de que pueda pagarlo, llévelo a casa, y que los niños se entiendan con él.A primera vista, lo sensato sería hablar con el hermano de su mujer que trabaja en Sony, pero ése es el modo más seguro de que sus hijos se queden sin ordenador y usted hecho un lío. Las personas aficionadas a la informática son propensas a dar conferencias, de manera que en lugar de informarte te duermen. Lo malo es que después de haber soltado un rollo lleno de términos incomprensibles, te recomiendan que esperes, que no compres todavía, porque dentro de seis meses se van a caer los precios y el mismo ordenador que ahora te cuesta medio millón estará a cien mil. O te aseguran que dentro de quince días va a salir un modelo nuevo que además de modem y CD?Rom llevará incorporado una freidora. O te miran de arriba abajo, para ver si estás en tu sano juicio, y te preguntan que para qué quieres regalarle un ordenador al niño.-Para que juegue con él y se familiarice- respondes acobardado.-Pero hombre -dice tu cuñado conteniendo la ira-, eso es un disparate. Para los juegos es mejor que le compres un CDI. El futuro pasa por el CDI. Además, en ese aparato podréis ver también películas, porque los vídeos y las cintas de VHS son una antigualla.-Pues el caso es que había pensado comprar un vídeo nuevo.-Si lo que quieres es tirar el dinero, allá tú.Al final el cuñado experto te da una información tan completa que no te compras nada porque cualquier cosa que hagas será un disparate. Yo he adquirido siempre los ordenadores en Nueva York porque no sé inglés y gracias a eso no entiendo los consejos del vendedor. Y la verdad es que hasta ahora me han dado muy buen resultado. Los entendidos son una peste.


43. Una queja

No se deben tirar los medicamentos caducados, por si quitaran los dolores de cabeza antiguos. Quienes padecen neuralgias y migrañas saben perfectamente que los sufrimientos pasados permanecen en la memoria como un bulto que a la larga hace más daño que la molestia misma que lo provocó. Las personas con tendencias neurálgicas suelen tener asociados los acontecimientos más importantes de su vida a una cefalea nerviosa. El día en el que uno tenía que opositar a Correos, por ejemplo, amaneció nublado y la frente del opositor también. Antes de meterse en la ducha, ya se había instalado alrededor de su globo ocular izquierdo un suplicio que le hacía mezclar los temas de Geografía con los de Historia, los ríos con los montes, la gimnasia con la magnesia. Acudió al examen de todos modos convenientemente forrado de optalidones. Quizá aprobó incluso. Pero nunca dejó de dolerle que el sufrimiento quedara para siempre asociado al éxito. Volvió a pasarle la noche de su boda. Le despertó a las tres una punzada en la nuca, un destello en medio de la bóveda craneal, como si alguien hubiera encendido violentamente una luz blanca, y supo que le esperaba una jornada de perros. Empezó a medicarse en ese instante, para prevenir, y llegó al altar o al juzgado en estado alucinatorio. De hecho, no tenía constancia de haberse casado, pero los papeles decían que sí y acabó por aceptarlo sin confesarle nunca a su mujer que no recordaba haber acudido a la boda. Podríamos seguir enumerando situaciones en las que la felicidad se alía, para el jaquecoso, a la desdicha. Pero son demasiadas. Hasta ahora nos curábamos de aquellas migrañas antiguas (lo que era tanto como rectificar el pasado) con medicinas caducadas, que en buena lógica deberían actuar sobre los dolores prescritos. Pero nos acaban de decir que el 90% de las medicinas sigue siendo eficaz después de su fecha de caducidad, pues ésta se basa tanto en criterios científicos como comerciales. En otras palabras, que nos han devuelto de golpe todas las cefalalgias antiguas sin quitarnos las actuales. ¿Tienen las organizaciones de consumidores un departamento de quejas retroactivas?.


44. Lo duro y lo blando

En verano hay mucho personal desenterrando cosas. Cuando la gente normal está en la playa, entregada al hedonismo y a las drogas para olvidarse de quiénes son, los paleontólogos desentierran cadáveres de hace cinco millones de años para averiguar quiénes fuimos. Leí una entrevista con Juan Luis Arsuaga, el director de Atapuerca, en la que hablaba con pasión de la pelvis de Lola (la mujer de Elvis), que todavía no ha logrado encontrar, aunque lógicamente debería de estar cerca de la de su marido. O no tan lógicamente: la pelvis de mi abuela y la de mi abuelo tampoco están juntas. Fue la última voluntad de los dos vivir toda la muerte separados, porque cuando fallecieron todavía no estaba autorizado el divorcio. Pero lo que yo quería decir es que si desenterrando cadáveres de hace cinco millones de años averiguamos tantas cosas de nosotros, qué no aprenderíamos desenterrando a mi abuela, que debe de estar en mejor estado. ¿No les sirve la pelvis de mi abuela, que además da la casualidad de que se llamaba Lola, como la de Arsuaga?Quizá no, entre otras cosas porque lo interesante de mi abuela eran sus partes blandas. Éste es el drama de la paleontología: que busca lo que ya no está. Es cierto que de los huesos se puede deducir la carne. Pero una deducción no es lo mismo que un músculo. Las cuencas vacías de una calavera no nos dicen nada de la mirada de su propietario. Tampoco una botella vacía puede darnos información sobre la calidad del vino que contuvo.Cuando nos ponemos a escarbar en la memoria, sin embargo, sólo encontramos objetos blandos. El tiempo, en la memoria, descompone lo duro, lo rígido, y deja en perfecto estado de conservación lo blando. Por eso la gente sólo tiene buenos recuerdos de la mili, de su infancia o de su profesor de matemáticas, aunque fuera un hueso. Ahora bien, de las partes blandas también es muy difícil deducir cómo fueron las duras. De hecho, no hay manera. O sea, que siempre nos quedamos a medias. Mi abuela, en la memoria de sus hijos, logró quedar como un ángel, pero su esqueleto era el de un sargento de caballería. ¿A quién hacer caso?

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